Opinión

La frustración

Un relato fantasioso centrado en el mantra «Espanya ens roba», una convocatoria de un referéndum ilegal y una DUI –declaración unilateral de independencia– que duró ocho segundos han provocado una fractura en la sociedad catalana de muy difícil solución. El proceso consiguió que una parte importante de catalanes rompieran sentimentalmente con la idea de España y volver a «enamorarles» será un ejercicio largo y complejo. Sin embargo, tras el fracaso manifiesto de octubre pasado, la ruptura unilateral se demuestra inviable, la estrategia de internacionalizar el «procés» se desmorona y esta semana han recibido un duro varapalo para la conquista de la ciudad de Barcelona ante el anuncio de la candidatura de Manuel Valls a la alcaldía. En pocos meses se extenderá la frustración entre las clases medias catalanas que han dado apoyo a un proceso separatista. La estrategia de sus líderes ha encontrado su nuevo mantra en la petición de libertad de los «presos políticos», tensionando de nuevo hasta límites insoportables a la sociedad catalana mediante la llamada «guerra de los lazos amarillos». El objetivo es la necesidad de tener mártires para su causa, provocar una tragedia para mantener el discurso separatista en la centralidad de la sociedad, inundando el espacio público de banderas y proclamas.

Sin embargo, una sensación de fracaso empieza a extenderse entre los separatistas. La sociedad catalana –en especial los catalano parlantes–vivirá situaciones de tristeza, cólera, enfado, rabia y la presión a los líderes nacionalistas imposibilitará analizar las causas de su fracaso. La gestión equivocada de esta frustración implicará una mayor intensidad de la emoción, lo que nos lleva a una predecible violencia física.

El resultado de las elecciones autonómicas del pasado 21 de diciembre permitió a los independentistas mantener la mayoría en el Parlament gracias a una injusta ley electoral y a la campaña mediática protagonizada por la cobarde huida de Puigdemont y el encarcelamiento de Oriol Junqueras y sus exconsellers. El cambio de atmósfera política que se ha producido en España a raíz del triunfo de la moción de censura a Rajoy incrementa el agotamiento del mensaje independentista.

Tras la aplicación del artículo 155 y el procesamiento de los líderes del «procés», la aventura independentista llegó a su fin. Siempre jugaron de farol, como reconoció la exconsejera Ponsatí y la inmensa mayoría de «consellers». Altos cargos manifestaron en sus declaraciones ante las autoridades judiciales que en ningún momento fue en serio todo lo que se hizo en septiembre y octubre del pasado año. Solo les queda a los separatistas la agitación permanente, la ocupación del espacio público, los insultos al Rey y las boutades de Rufián. Y la frustración, la antesala de la violencia.