Opinión

El día que sí existió

En 1582, las naciones católicas como España, Portugal y Polonia adoptaron la reforma gregoriana del calendario. Esa circunstancia implicó que el 14 de octubre nunca existió en esos territorios. No creo que semejante eventualidad –la de perder un día– afectara de manera especial a una España que ya daba signos de más que trágica decadencia –Felipe II logró que España se colocara a la cabeza de la lista universal de bancarrotas o quiebras soberanas– y a una Polonia que soñaba con someter a la brava Rusia a la obediencia papal. Sin embargo, cada vez más frecuentemente me voy a dormir con la idea de que habría sido maravilloso que algunos días nunca los hubiéramos vivido. No se me va de la cabeza aquella jornada sangrienta del 11-M a partir de la cual nada ha sido igual en España y no pocas cosas han resultado mucho peores. Rememoro con escalofríos aquel día de mayo en que, gracias a la pésima gestión de ZP, España, como si reviviera los momentos más negros del reinado de Felipe II, estuvo quebrada durante unas horas y sólo la salvó de desplomarse en el abismo la intervención directa del norteamericano Obama y el chino Xi.

No se me aparta de las mientes aquel día aciago y reciente en que Rajoy pudo dimitir y, en lugar de hacerlo, por pura soberbia, permitió que se hundiera su gobierno y llegara al poder otro constitucionalmente legítimo, pero apoyado en golpistas, terroristas y chavistas. No son pocos los ejemplos para un período de tiempo notablemente corto. Con todo, quizá pocas fechas puedan resultar más siniestras que la del reciente acuerdo suscrito entre el Gobierno español y Podemos. No me refiero sólo a los aspectos económicos que son ideales para el desastre justo a unas semanas de que el BCE deje de comprar deuda española. Más bien se trata de lo que, de manera oculta, incluye el acuerdo sin relación directa con la economía como las dificultades policiales para identificar a terroristas callejeros, las manos libres para milicias violentas, el mayor poder para imponer una manera de pensar y sólo una a la sociedad o la impunidad en los ataques a la monarquía porque a pocos se les puede ocultar que es lo que sujeta los palos del sombrajo. Lamentablemente, ha tenido lugar el día en que Sánchez e Iglesias pactaron el camino hacia Venezuela.