Opinión
Entre camareros y tenderos
El otro día, en donde Alsina, escuché una extraordinariamente clarificadora entrevista entre este periodista y Pablo Echenique. El asunto: los presupuestos del Estado. Pero, tras ellos, el dirigente de Podemos fue desgranando la novedosa teoría de lo que podríamos denominar como la macroeconomía del lumpenproletariado. Es éste un grupo social que reúne individuos relativamente marginados del mercado de trabajo que, como señaló Marx en su «18 Brumario de Luis Bonaparte», «sienten la necesidad de beneficiarse a costa de la nación trabajadora». Al parecer, Podemos ha tomado a estos desclasados como los elementos de referencia para su acción política; y ésta se sustenta, en la versión de Echenique, sobre los intereses de camareros y tenderos.
La macro-lumpen parte de una sustancial elevación del salario mínimo –hasta 900€ el año que viene– de la que sólo se van a desprender efectos dinamizadores para el conjunto de la economía y, por ende, para el bienestar de la sociedad. Con ese salario, los camareros estarán contentos, atenderán mejor a los clientes y éstos, animados por la deferencia de aquellos, gastarán más, con lo que el negocio de los bares irá viento en popa. Algo parecido ocurrirá entre los tenderos del pequeño comercio que así verán mejorada su posición ante la competencia «desleal» de las grandes cadenas. Además, los camareros y tenderos, alentados por el aumento de su renta, incrementarán su consumo; y como en esa macroeconomía lo único relevante es el consumo –privado, diríamos los economistas, aunque parece que a Echenique esto le repele–, entonces el PIB crecerá a buen ritmo. Además, el dirigente de Podemos va a subirles los impuestos a las grandes empresas –porque, al parecer, ahora no los pagan– para repartir rentas entre los camareros y los tenderos, con lo que se reforzará el círculo virtuoso que va desde los ingresos de éstos hasta el crecimiento económico, pasando por el consumo.
En esta macro-lumpen no existen –o en todo caso nunca se mencionan– otros componentes de la demanda ni de la oferta. Ello hace que para la economía ya no sea relevante la inversión ni, por supuesto, el ahorro que la financia, ni el sector exterior. Debe ser, pienso yo
–Echenique no lo dice–, porque eso del ahorro es cosa de ricos y hay que expropiarlo con mayores impuestos. Y tampoco existen ni la industria ni el famoso modelo productivo tan grato a la izquierda, porque el horizonte conceptual de este nuevo pensamiento macroeconómico no va más allá de los bares y las tiendas pequeñas.
Con los mimbres de esta nueva teoría económica se han construido los Presupuestos del doctor Sánchez. ¡Que Dios nos coja confesados!
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