Opinión
Vox, Podemos... el régimen
Ignoro si la mayoría de los periodistas en el terreno de la opinión estamos en línea con el sentir mayoritario de la sociedad, pero desde luego es muy evidente que en el caso español existe una general inclinación a modular con mayor o menor intensidad la crítica, el desdén o la condescendencia según los casos, a la hora de contemplar las actitudes proyectadas desde el arco político. Me resultó especialmente chocante hace tres días escuchar en una mesa de trabajo, los desdeñosos y no exentos de prejuicios comentarios de compañeros de profesión a propósito de un acto previsto para el fin semana en el que VOX –fuerza extraparlamentaria dicho sea de paso– homenajearía al mundo taurino, sin más. El cóctel de una formación señalada como fascista y peligrosa con la «casposa» fiesta de los toros es evidente que no falla, aunque lo que realmente me llamó la atención fue el contraste con otro asunto casi tangencial sobre la misma mesa como era el de la veda abierta por Podemos –esta sí, formación con nutrido grupo parlamentario y gobernando en importantes ayuntamientos– contra la monarquía como clave de bóveda del régimen del 78, algo asumido al parecer por el «día a día» de la acción política y por el baqueteo periodístico. Parte en fin del paisaje.
Exceptuada la propuesta de supresión del sistema de autonomías tengo mis dudas sobre si la formación de Abascal es de corte populista o sencillamente recoge postulados legítimos y no negados por el «ADN» de otros partidos como la defensa de la unidad del Estado, la reivindicación pro vida, la atención a víctimas del terrorismo o el cambio de ley electoral para que minorías nacionalistas no tengan la llave de la gobernabilidad de todo el país. Ni cuestionan la Corona, ni la médula del sistema y su fuerza parlamentaria al menos a día de hoy no va más allá de la que les regala Pedro Sánchez cuando toca recurrir al espantajo de la «derecha extrema». La formación de Iglesias sin embargo si está ya instalada en las instituciones, ya actúa, ya hace valer en muchos casos aquel principio soviético de los Kalinin y Molotov según el cual no es necesario arrasar en votos para manejarse en los aledaños del poder. Hoy ya se promueven desde parlamentos o ayuntamientos, reprobaciones al jefe del estado y a la monarquía parlamentaria o se pone abiertamente en cuestión el sistema de división de poderes exigiendo atender
–insisto desde las instituciones a las que ya han llegado– la reivindicación secesionista de poner en la calle a presos pendientes de juicio y acusados de graves delitos.
En Europa los populismos han calado desde unos u otros extremos según las circunstancias de cada país, ya sean frentes nacionales o Syrizas y en España el que tenía que arraigar, porque magma había para ello, era el de la izquierda podemita con ribetes bolivarianos. Sin embargo, en nuestro caso prevalece un inquietante ingrediente que no es común a otros vecinos y que no es otro más que un revisionismo de la transición fuertemente alimentado por el revanchismo guerracivilista. Ergo que nadie se engañe a pesar de la anestesia general, estos si que van a por todas. De momento, la corona.
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