Opinión

Cambio de paradigma (I)

Ya sé, ya sé que todo intentarán solucionarlo diciendo que es un triunfo de la extrema derecha, de un ultraderechista o de un populista de derechas. No me sorprende semejante simplificación porque, a fin de cuentas, encaja con cualquiera de las partes interesadas en mantener el statu quo y además evita pensar. Sin embargo, el último resultado electoral en Brasil indica, fundamentalmente, un cambio de paradigma. Ese cambio de paradigma ha tenido lugar en Austria y en Italia, en Estados Unidos y en Brasil y se muestra más que posible es otras naciones de Europa e Hispanoamérica. No se debe, en absoluto, a la influencia de Trump sino, sustancialmente, al agotamiento de los sistemas. Con todas las diferencias que se puedan aducir –y que existen– la realidad es que el cambio de paradigma obedece a tres razones. La primera es el creciente descerebramiento de la izquierda. De una visión socialdemócrata responsable de no pocos avances –yo no soy de los que consideran que la democracia es el Diablo– se ha ido deslizando a un abandono de la sensatez y la prudencia para alzar la bandera de minorías como los homosexuales –¡el uno por ciento del electorado tirando por lo alto!–, de las minorías étnicas, de los inmigrantes ilegales y de las feministas más extremas. Semejante paso ha venido uncido a salvajes subidas de impuestos para satisfacer a los lobbies, pero pagados por las clases medias. La segunda es la traición de la derecha. Lejos de seguir alzando las banderas de defensa de la familia, de la vida y de los impuestos bajos, la derecha ha decidido llevar a cabo la política de la izquierda de antaño, pero además asumiendo muchas de sus posiciones actuales como la ideología de género. Ni que decir tiene que esa derecha –encarnada en España por personajes como Rajoy o Montoro– ha perdido millones de votos en todo el mundo por la sencilla razón de que buena parte de sus votantes consideran que son simples traidores vendidos a minorías. Esta situación ha dejado abierto un gran vacío en la política, un vacío que se han apresurado a cubrir partidos que se definen como liberales en lo económico –empezando por las bajadas de impuestos– como defensores de la familia y la vida –lo que los enfrenta con la ideología de género– y como patriotas. Por eso han llegado al poder.