Opinión

Cambio de paradigma (II)

Señalaba en mi último artículo que la victoria electoral de Bolsonaro en Brasil no es ni un triunfo de la extrema derecha ni un reflejo de Trump sino una señal –¡otra más!– de un cambio de paradigma que se está dando en todo el planeta frente a una izquierda descerebrada y una derecha que ha abandonado sus banderas. La pregunta obligada es si ese cambio de paradigma puede producirse en España. La respuesta es, a corto y medio plazo, negativa. La primera razón es el sistema político español. Parlamentario y sin circunscripciones unipersonales, no hay posibilidad de que sea elegido directamente un presidente del nuevo paradigma y se convierte en muy difícil que el número de diputados sea elevado e incluso que forme parte de un gobierno de coalición. La segunda es la ausencia de una población evangélica importante.

En Brasil, lo es el treinta por ciento y llevó a Bolsonaro a la presidencia al igual que ha sucedido con otros ejemplos previos. Los evangélicos en Hispanoamérica –como en Estados Unidos– no son suficientes para ganar unas elecciones, pero es imposible ganar contra ellos salvo que se dividan. Rara vez sucede porque votan fundamentalmente por valores y casi en bloque. Mientras que los católicos, en Hispanoamérica más numerosos, se desparraman por el arco político y sólo una minoría decide el sufragio por sus ideas morales –España es un caso evidente– los evangélicos son casi monolíticos en favor de la vida, la familia, los impuestos bajos y la patria y en contra de la ideología de género y la indefensión nacional. En España, esa situación no la puede suplir la confesión mayoritaria que es la iglesia católica ya que aparte de su influencia más reducida sobre los fieles en el terreno ético, crea no poca confusión al defender la unidad de España en Valencia, predicar a favor de los golpistas catalanes en Solsona y abrazarse con los nacionalistas vascos en Vascongadas y Navarra.

Finalmente, los nacionalismos catalán y vasco son –¡también aquí!– un factor de lamentable distorsión cercenando aún más las posibilidades de un voto favorable a la vida, a la familia y a la defensa de la patria. Los equivalenteS españoles del nuevo paradigma pueden obtener cinco, diez, veinte diputados –sería un gran logro– pero no gobernar lo que, contra lo que piensan muchos, no es una buena noticia para España.