Opinión

Pi i Margall

Francesc Pi i Margall fue un hispanista convencido, un catalanista que amó apasionadamente a España, un político que intentó llevar a cabo la revolución democrática burguesa rompiendo con una sociedad ruralista y desigual apostando por la modernización del estado y poner fin a una corrupción decimonónica instalada sólidamente en sus estructuras, un personaje que vivió y murió pobre y siempre vestido de riguroso negro. Demonizado hasta el fin de sus días por el sectarismo izquierdista, fue un catalán que luchó por España, amando siempre a su nación cultural presidiendo poco antes de morir los Juegos Florales de Barcelona.

En «Lecturas españolas», Azorín lo calificó como «uno de los intelectos más límpidos, coherentes y lógicos que nos ofrece la España contemporánea». Hijo de un obrero textil y sargento de la milicia nacional, en su momento gozó de una enorme popularidad como hombre honesto e incorruptible. Instalado en Madrid desde 1847, completó la obra «Recuerdos y bellezas de España», de Piferrer y a partir de 1854 entró en política siendo su gran rival, otro hispanista catalán, Joan Prim. Republicano, federalista, reformista e historiador del arte, fue ministro de Gobernación), presidente de la República y diputado. Propuso transformar España desde una óptica transgresora. Racionalista y, laico, inspirándose con las corrientes progresistas de la época, fundó la revista «La Razón» y colaboró con muchos otros medios de comunicación españoles como «La Discusión» que lo llevaron a ser uno de los más preclaros comunicadores y polemistas españoles, y en especial contra el individualismo que proponía en Castelar.

Mientras los nacionalismos supremacistas campan a sus anchas por España y se extienden y expanden en Bélgica sin posibilidad de relato alternativo, en contraposición a esta amenaza ha surgido un nacionalismo españolista de raíz castellana y centralista promovido por una derecha desalojada del poder, y cuyos extremos se alimentan del victimismo y la confrontación diaria ante un peligro de disolución nacional y de caos. Pi i Margall, muy criticado en su momento por el rancio españolismo, defendió el derecho de los cubanos a la independencia: «No hace falta que les hagamos una guerra. Si hubiéramos hecho la España federal los cubanos serían españoles como lo fueron siempre, pero no tiene sentido luchar contra ellos». Europeísta convencido, proponía la unión de los pueblos europeos y puso en marcha el concepto del «criterio federal».

Reivindicar su idea de la España federal puede ser el inicio de construir un relato hispano novedoso para una derecha necesitada de entender la diversidad hispana y superar la vieja idea de que el federalismo se simplifica en la explosión cantonalista de la I República que amenazó la unidad de España y el orden burgués establecido. La solución federalista pimargallana es la concepción de la unidad de España en la diversidad de pueblos, culturas e idiomas. Federar es unir, no separar.