Opinión

Odisea 2018

Hay que visitar Alsasua, «tierra de libertad, encuentro y solidaridad» según ha dicho la presidenta Barkos aunque sus socios parezca que la contradigan: «No os queremos ni en Alsasua ni en ningún otro lado. Saquen sus sucias manos de Euskal Herria».

Navarra es España y por lo tanto tierra nuestra. Además de tener lugares de belleza desbordante también son absolutamente recomendables la gran mayoría de sus gentes. Quizás sean sus actuales dirigentes la nota más exótica de su realidad: «El Gobierno de Navarra convertirá la escuela navarra en un laboratorio afectivo-sexual para los niños del futuro a través del programa Skolae que explicará prácticas sexuales a niños/as desde los 12 años». Un Gobierno indudablemente preocupado por la juventud, como demostró manifestándose reiteradamente a favor de los agresores de los guardias civiles y ahora reclamando su traslado a la prisión de Pamplona. Y poder cuidarles mejor. Enseguida se harán con copias de los videos con los que Urkullu, también tan preocupado por la juventud, intenta aleccionar a los estudiantes vascos acerca de esto que pasó por aquí y que fue por culpa de Franco y tal.

«El nacionalismo es sed de poder mitigada con autoengaño». Orwell.

Los nacionalistas vascos que gobiernan navarra tienen la certeza de que defender a los jóvenes alsasuanos, modestos agresores post ETA pero proetarras declarados, no es incompatible con acudir a homenajes a víctimas de ETA. Yo mismo fui testigo de la asistencia de un diputado de Geroa Bai a un acto así al que nadie le había invitado y para perplejidad de los presentes. Alguien comentó algo y se le escuchó decir que el acto era en el espacio público y que por qué no iba a estar allí. ¿Por qué no acudir a presentar sus respetos ante alguien asesinado sobre el que aún conserva buenas justificaciones para que le asesinaran? Es cierto que ahora les resulta mucho más fácil disimular lo que fueron, pueden confundirse entre la gente a la que hicieron la vida imposible o se la quitaron porque sienten que la sociedad, incluso los medios, les ha perdonado mejor que a un corrupto, no digamos que a un maltratador.

Hasta que van los jóvenes de Alsasua y les obligan a quitarse esa careta que denuncian en otros. «Quitemos la careta al fascismo» se atreven a decir con el aplauso de todo el espectro nacionalista. Hay argumentos: «la Guardia Civil se ha dedicado durante décadas a atemorizar, controlar y ajusticiar (¡!) a aquellas personas que ansían la libertad de Euskal Herria».

Y todo esto con Franco en un cartel en el que protestan por la llegada de españolazos al pueblo. «¡Que viene Franco!» Pero ¿no le iban a enterrar?

Alsasua y sus alrededores serán bonitos y sin duda habrá alguna gente noble, pero estos discursos lejos de proyectar la imagen de un lugar idílico no sé por qué me traen el recuerdo de la «odisea» de la población polaca de Jedwabne que un día de julio de 1941 se reunió para eliminar ese mismo día a todos sus vecinos judíos. «Borrar del mapa» era una expresión muy utilizada por los nazis.