Opinión

Hoy hace 80 años

Fue el lunes, 7 de noviembre de 1938. La localidad de Cabra estaba llena de campesinos de poblaciones cercanas que se habían acercado a vender sus mercancías. Lejos del frente, sin interés militar alguno, nadie hubiera podido sospechar lo que sucedería aquella jornada. Muy temprano, sobre las 7.30, se escuchó ruido de aviones. Eran aparatos republicanos de fabricación soviética que desencadenaron un infierno desde el aire sobre la localidad andaluza. El resultado de aquel ataque aéreo, sin la menor justificación, provocó más muertos que el realizado por la aviación italiana y la Legión Condor en Guernica.

Sus ciento nueve muertos y sus más de doscientos heridos fueron, mayoritariamente, mujeres, ancianos y una decena de niños. Injusta, casi criminalmente, a diferencia de lo sucedido en Guernica, el bombardeo brutal e injustificado de Cabra fue sepultado en el olvido. Los nacionalistas vascos no lo necesitaban para ocultar la manera en que traicionaron a los republicanos pactando con los fascistas de Mussolini en Santoña. Los republicanos no iban a lamentar el ataque cuando se hallaban inmersos en la batalla del Ebro, ya llevaban tiempo convirtiendo Guernica en una bandera de propaganda y además Cabra –a diferencia de la localidad vasca– ni contaba con una fábrica de armas ni estaba en el camino de una ofensiva.

Para colmo, tampoco Picasso aprovechó una pintura previa para plasmar el horror del bombardeo realizado no por pilotos extranjeros sino españoles. Esta semana se cumplen ocho décadas de aquel espanto todavía más carente de razones y explicación que la tragedia de Guernica. Sería de esperar que Carmen Calvo, vicepresidenta del gobierno y natural de Cabra, recordara a sus paisanos muertos en el infierno que cayó desde las nubes.

Sería de esperar que, martilleados por la memoria histórica, recordáramos un horror superior al de Guernica, pero borrado del recuerdo durante décadas. Sería de esperar que a esa conmemoración de los pobres inocentes muertos en el curso de una guerra fratricida e incivil se sumaran las autoridades andaluzas y egabrenses con no menor entusiasmo que el dedicado por Carmena en honrar a asesinos y torturadores de las checas. Todo eso sería de esperar si aún quedara un ápice de piedad, de decencia y de dignidad en la política actual. Quizá por eso no lo espero en absoluto. Sin embargo, para todos esos caídos yo deseo como aquel político republicano: paz, piedad y perdón.