Opinión
Susana vs. Teresa
Sólo puede quedar una. La guerra está servida. Y ya las mujeres no son las que susurran al oído como Lady Macbeth, o espías en la retaguardia al estilo Mata-Harí, sino amazonas curtidas dispuestas si hace falta a pelearse en el barro. En Andalucía, la cocina de las encuestas es cosa de hombres, comprobar si Moreno Bonilla pasa a la final de Master Chef y no se le incendian los fogones, o lo hace Juan Marín, el hombre que se cambiaría de sexo para ser Arrimadas, aunque portan las espadas Susana Díaz y Teresa Rodríguez como Artemisa en la batalla de las Termópilas. Enemigas condenadas a entenderse o a destruirse en ese duelo tan esperado que precede a la temporada final de «Juego de tronos» donde habrán de encontrarse Cersei Lannister y Daenerys, la madre de dragones gaditanos, aún encinta. Y cuando una mujer de Cádiz echa fuego por la boca ya pueden tirar bombas los fanfarrones que ellas se hacen tirabuzones o proclaman un cantón.
A Susana Díaz le espera la gloria de la victoria y el calvario de negociar con su propia pesadilla. Michelle Obama contra Hillay Clinton, con el cachondeo asegurado si para el carnaval la todavía presidenta no ha formado gobierno. En la sombra se guardan esta vez caballeros andantes que juegan cual trileros con los duros antiguos. Sánchez puede vender el trofeo andaluz como propio y Pablo Iglesias hacerle el favor de desterrar a Díaz, que gobierne el PSOE pero con otra cara. Un jaque mate en diferido. Una jugada maestra. Susana cree que es mucho arroz para tan poco pollo, pero hasta que no ponga el huevo será caldo de gallina.
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