Opinión
Sanchismo
Hay una corriente crítica cada vez más caudalosa que establece una distinción entre socialismo y «sanchismo». El socialismo se identifica con la socialdemocracia y el orden constitucional y el «sanchismo» con la trayectoria política de Pedro Sánchez al frente del Gobierno, al que se acusa abiertamente de haber traicionado los principios socialdemócratas y haber pactado, para sostenerse en el poder, con los que pretenden destruir ese orden constitucional. La grieta entre uno y otro concepto aparece cada vez más profunda. Está dando pie a esta distinción, de imprevisibles consecuencias, la errática actuación de Sánchez en asuntos fundamentales antes y después de llegar a la Moncloa, y la contradicción de su trayectoria política actual con la posición oficial de su partido y de él mismo hace menos de un año. Desde estos sectores críticos, cada vez más alarmados, se sospecha de compromisos inconfesables suyos con los separatistas catalanes –presiones a la Justicia, indulto a los presos...– y un pacto de futuro con Podemos aceptando la mayor parte de sus planteamientos, en una deriva peligrosa. Unos ven a Sánchez como el principal impulsor de estas alianzas por su manifiesto afán de poder y otros como cautivo de ellas. La alarma no procede sólo del PP y de Ciudadanos, sino también de los personajes más lúcidos del partido centenario.
La eventual consagración del «sanchismo» se ve favorecida por la crisis de los partidos tradicionales en todo el mundo y el surgimiento de personajes sin partido detrás, que ganan elecciones y se instalan en el poder. Macron en Francia, Trump en Estados Unidos, Bolsonaro en Brasil son algunos ejemplos notables. La crisis de los partidos socialdemócratas en Europa salta a la vista y se antoja definitiva. La tentación populista está en todas partes a la orden del día. Los que contemplan hoy a Pedro Sánchez de la mano de Pablo Iglesias, que es el que parece que lleva la voz cantante, sospechan que en España se está fraguando el futuro político al margen del PSOE, con una manifiesta demostración de populismo detrás. Los «barones» socialistas, ante el inquietante desarrollo de los acontecimientos, guardan silencio a cambio de mantener o conseguir parcelas locales de poder, y las figuras históricas del partido, creadoras en gran manera del actual orden constitucional, parecen resignadas o impotentes. Sólo falta ya el grito entusiasta de los seguidores de Pedro Sánchez: «¡El socialismo ha muerto, viva el sanchismo!».
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