Opinión
Hay que derogarla
Podemos y PSOE denuncian con graves aspavientos la celebración de una mesa redonda en Alcobendas. Durante el aquelarre, dedicado a la llamada Ley Contra la Violencia de Género, los ponentes sugirieron cositas «tan sumamente peligrosas» como, mon dieu, derogarla. Asumo la grosería de los morados. Especializados en pudrir cuanto rozan. Sorprende más en el PSOE. Quizá porque no acabo de creerme su radical, absoluta capitulación. Puestos a hiperventilar incluso subrayan la presencia de un «hombre encapuchado». Claro: Un Tío Blanco Hetero (UTBH); estrella de Youtube y vigoroso defensor de las delicadas conquistas del mundo libre.
Cada una de sus intervenciones en vídeo, seguidas por miles, constituye un prodigio de potencia intelectual, coherencia ideológica y brillantez expositiva. A su lado estaba Leyre Khylal, antropóloga y sexóloga, camino de ser nuestra Camille Paglia y gran defensora del feminismo de igualdad frente al infecto feminismo de género. También Cuca Casado, enfermera, Yobana Carril, abogada y Jesús Muñoz, bloguero, para el que en su día pidieron cárcel por las denuncias falsas de su ex pareja. Todo el problema, claro, tiene que ver con la imposibilidad de cuestionar el nuevo e inviolable catecismo. Preguntada al respecto, Leyre responde que «De la Vega explicó en su momento en una entrevista que la presunción de inocencia se había sacrificado para salvar vidas, pero a día de hoy las muertes no han descendido. Es decir, sacrificaron la presunción de inocencia de la mitad de la población para nada. Hay que luchar contra la violencia que sufren muchas mujeres, pero con instrumentos eficaces, no con ideologías que complican más la vida».
Carril por su parte me comenta que «la ley desvirtúa el artículo 14 de la Constitución. Por el mismo delito castiga más duramente a hombres que a mujeres», y añade: «¿Se consentiría una ley que castigase más duramente a negros que a blancos por el mismo delito?». Prohibido reclamar «una ley contra la violencia intrafamiliar, que protegiese a mujeres, hombres y niños en igual medida». No digamos denunciar, como hace Carril, que «ha aumentado la conflictividad en los divorcios, se ha generado una brecha social entre hombres y mujeres y hemos convertido a los menores en monedas de cambio». El negocio, los dogmas y las verdades reveladas ni tocarlas, niños. Cuando la demagogia y las subvenciones llaman a la puerta la igualdad salta por la ventana.
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