Opinión
Puig i Cadafalch
Josep Puig i Cadafalch fue un hombre polifacético, considerado uno de los más importantes de la arquitectura del modernismo catalán, historiador, matemático y político, doctor en ciencias exactas e historiador del arte. Fue el autor de la Casa Amatller y la Casa de les Punxes de la ciudad condal. Catalanista convencido, hispanista, católico y conservador, una mezcla ideológica combatida por tirios y troyanos. Empezó en política en 1886 en el Centro Escolar Catalanista, donde coincidió con Prat de la Riba y Cambó. En 1892 asistió a la Asamblea de las Bases de Manresa y escribió en «La Renaixença». En 1901, fundó la Liga Regionalista de Cataluña, junto a su amigo y colaborador Francesc Cambó. Concejal del Ayuntamiento de Barcelona, miembro de «Solidaritat Catalana», diputado a Cortes por Barcelona y presidente de la Mancomunidad de Cataluña entre 1917 y 1924
Impulsó la consecución de la autonomía para Cataluña, pero la radicalización de los partidos políticos y sobre todo de las centrales sindicales degeneró en el pistolerismo anarquista que provocó el golpe de Primo de Rivera de 1923. Con la garantía de respetar la autonomía catalana, el Consejo Permanente de la Mancomunidad hizo público su apoyo al general. Sin embargo, el mismo día del comunicado de la Mancomunidad se prohibía el catalán en corporaciones públicas y el uso de la bandera catalana, entre otras estúpidas decisiones.
En 1923 Puig i Cadafalch se exilió a Francia para dedicarse a actividades de investigación en el campo de la arquitectura y la arqueología, volviendo en 1930 como diputado en Barcelona. El estallido de la Guerra Civil sorprendió a Puig i Cadafalch en su casa de Argentona, donde se enfrentó a las milicias revolucionarias comandadas por los gerifaltes de ERC, que pretendían saquear la iglesia local. Los pirómanos consiguieron su objetivo, no sin antes asesinar a todos los derechistas que encontraron. Puig pudo huir junto con otros políticos de la Lliga, embarcado en el torpedero francés «Fortuné» que lo llevó a Portvendres y desde allí a Perpiñán con el obispo de Girona, mosén Carreras, el musicólogo Higini Inglés y el canónigo Llobera. Su casa de Argentona fue saqueada por las Juventudes Socialistas Unificadas y sus bienes embargados. Regresó a Barcelona en 1941, las nuevas autoridades con un espíritu revanchista le abrieron un expediente de responsabilidades políticas y le prohibieron ejercer su profesión. En su casa de la calle Provenza, reconstruyó el «catalanismo cultural», refundó el «Insttut d´Estudis Catalans» y se dedicó a salvar la documentación de la Mancomunidad. Perseguido por los pistoleros de Companys que destruyeron su obra, perseguido por los franquistas, que respetaron su vida y su hacienda, pero no sus ideas, murió el 23 de diciembre de 1956, olvidado por unos, odiado por otros.
El catalanismo de Puig; como el de Cambó, Estelrich, Pla o Dalí; siempre fue una propuesta para liderar España, un bálsamo que fue incomprendido por separatistas y separadores.
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