Opinión

República caspa

Lo barato sale caro, solían decir las madres, o los padres de la Constitución, que estuvieron tantas horas discutiendo para que la nuestra durara una eternidad, por más que los retoños del poder le pongan fecha de caducidad como si fuera un kilo de tomates. Cara les salió a los de Podemos su gracieta con el logo de la república que lucieron ayer en el Congreso, un perfil de mujer de pelo al viento que resultó un diseño comprado por 9,50 en una web y que ya utiliza un salón de belleza. Las redes, siempre próximas a encenderse, tronaron en carcajada vista la creatividad con la que quieren imponer un régimen «feminista que quiere para su gente un futuro de justicia social y fraternidad», según el mensaje de Pablo Iglesias que quiere ser constructivista y se queda en una pueril estampa prerrafaelistas, tan boba, tan cursi como su discurso político. Malévich estará retorciéndose en un cuadro de Rodchenko.

El logo es al diseño lo que un Shakespeare a un programa de José Luis Moreno. Una sobreactuación a la que sólo le faltó los miles de adjetivos del presentador. ¡Espectacular, grandioso, sublime, con ustedes la nueva cara de la república! Un homenaje «vintage» a Sunsilk o a Sindo con los que los españoles se lavaban la cabeza mientras se teñía la Carta Magna de dignidad. La casta es ahora la caspa, y está en sus hombros. Las peluquerías siguen siendo el centro de poder de la «gente». Lo que no cuenta una peluquera no existe. Iglesias no parece que las frecuente, aunque ya nos dijo que algún día se cortará la coleta. Podemos quiso matar al virus con una gripe, hacerse una greguería que quedó en la payasada de un hospital de melancólicos.