Opinión

¿Otra materia prima?

Jamás he tomado leche. A los niños de mi generación se les obligaba a consumirla así que, cuando yo me negaba tozudamente, me amenazaban con que no crecería. Sin embargo, alcancé el 1,73 y aquello quedó en un chiste.

Como también lo del calcio que me faltaría toda la vida. Pero viví muchos años atemorizada con la posibilidad de que se me fueran deshaciendo los huesos con el paso de los años; concretamente, hasta que el doctor Willian Ellis, tras realizar más de 25.000 análisis de sangre, halló que los niveles más bajos de calcio correspondían a personas que acostumbraban a tomar entre tres y cinco vasos de leche diarios.

Entre eso y un estudio epidemiológico realizado en China, que demostró el papel desmineralizante de la leche de animal en adultos y el aumento de la osteoporosis entre quienes iniciaban su consumo de mayores sin haberla consumido previamente, recuperé la tranquilidad. Aunque no era que yo no tomara leche porque pensara que fuese mala, ni porque me hubieran diagnosticado una intolerancia a la lactosa y me sentara mal. No. Solo ocurría que no me gustaba ni su olor, ni su sabor, ni su textura, ni casi su color.

Por eso tampoco me tentaron nunca sus sustitutos vegetales y preferí consumirlos enteritos a bebérmelos como si fueran esa leche imprescindible, totalmente erradicada en mi dieta. Ahora que las cosas han cambiado y el consumo de leche no está ni recomendado me pregunto si el sector será capaz de reciclarse y si los quesos y yogures, menos denostados que la leche, acabarán fabricándose a partir de otra materia prima. Se admiten apuestas.