Opinión

Violencia de género y cambio

Pero...¿alguien piensa de verdad que podría llegar a frustrarse algo con la envergadura política de un cambio en Andalucía, marcada tras 38 años de gobierno del mismo partido por el clientelismo, la corrupción, el paro y la incapacidad para desmarcarse de los puestos por debajo de la media en regiones europeas, a cuenta de una cuestión tan específica y puntual – aunque no por ello menos importante– como es la legislación en esta comunidad sobre la violencia de género? Pues da la sensación de que los auténticos protagonistas señalados por la matemática desde la mismísima noche electoral del 2 de diciembre para llevar a cabo ese cambio político se han enredado en una cortina de la que por lógica habrán de salir, propiciada por lo políticamente correcto de lo que no acaban de bajarse PP y especialmente Ciudadanos y probablemente por una elección del argumento a poner sobre la mesa para hacer valer su posición clave por parte de VOX, que tal vez no haya sido la más adecuada. Sobre todo por enrevesada de explicar y susceptible de manipulación demagógica. Había otros temas a señalar, desde la posición frente al abandono de la costa andaluza a cuenta de la inmigración ilegal, pasando por la gestión de canal sur o un masivo levantamiento de alfombras. Nadie habría puesto inconvenientes de entrada. Pero nada es casual y menos en política por lo que cualquier analista informado no se ha debido extrañar –empezando por el propio presidente de VOX Santiago Abascal– de que el número uno de esta formación en Andalucía, Francisco Serrano, juez inhabilitado en 2011 y rehabilitado después por el Constitucional hiciera causa mayor de una cuestión que, con independencia de sufrir la distorsión de argumentos de la izquierda feminista, nunca le resultó precisamente indiferente a la hora de exponer planteamientos particulares como poco, apasionados. Vaya por delante que VOX tiene toda la legitimidad y más para plantear cuantas modificaciones crea convenientes en esta o en cualquier otra norma legal, máxime cuando PP y Ciudadanos también tuvieron cosas que decir sobre el particular antes del «2-D» y así lo hicieron.

Pero a veces, –y este puede ser un caso– se corre el riesgo de cargar de munición los cañones de la demagogia adversaria. No hace falta ser un fino analista para colegir que una repetición de elecciones en Andalucía equivaldría a una más que probable movilización de parte de la izquierda y del propio electorado socialista acompañada de un también probable deslizamiento hacia el voto útil de la derecha tradicional en detrimento de VOX y con la consiguiente frustración, no solo en esa comunidad perdiendo la oportunidad del cambio, sino sobre todo en el resto de España, donde ese cambio se perfila también como más que factible y con el modo «recalculando» puesto en marcha ante la irrupción del nuevo actor político. En el partido de Abascal lo saben, en los de Casado y Rivera también. Tiene que haber acuerdo, entre otras cosas porque –seamos realistas– las comunidades autónomas suelen promulgar leyes ya existentes en el ámbito estatal casi como un calco y añadiendo el aderezo de unos fondos a veces testimoniales en forma de subvenciones. Ergo, que los árboles no tapen el bosque del cambio.