Opinión

"Un toro negro y enorme..."

Seguimos el rastro de uno de los iconos de la cultura española hasta su creador

El termómetro del coche en Cabanillas de la Sierra marca cuatro grados. El toro de Osborne nos mira desde sus 14 metros sobre la loma cerca de la A-1. Manuel Prieto reconoce que es la primera vez que está tan cerca de lo que salió de la imaginación de su padre en 1956. Pero el toro que se convirtió con los años en el emblema de la marca Osborne nunca abandonó del todo la casa familiar. «Él estaba convencido de que aquello era muy bueno y de hecho siempre estuvo muy contento. El toro siempre estaba allí metido en casa, si se iba a tomar uno una copita aparecía el toro, si ibas a coger un servilletero había un servilletero del toro, entonces era un poco como mi hermano para la familia», asegura el presidente de la Fundación Manolo Prieto.

Esta icónico acompañante en nuestros viajes por carretera acaba de cumplir más de 60 años en nuestras vidas y ya se le han hecho todos los homenajes. Pero a Manolo Prieto le queda un paso que dar a través de la Fundación que puso en marcha su familia para gestionar sus miles de obras. Según su hijo «la gran satisfacción que va teniendo la fundación es que poco a poco estamos poniendo en valor la figura de mi padre, Manolo Prieto. Yo creo que ha sido un pionero, de la posguerra y de todo aquello, con las dificultades que todo aquello conllevaba y yo creo que cada vez está teniendo un hueco más, un sitio en la historia».

Y Osborne lo vio claro. Para Carla Terry Osborne, responsable de Comunicación y Relaciones Públicas del Grupo Osborne y la Fundación Osborne, «el dibujo de Manolo Prieto para Osborne significó un antes y un después, porque fue el que le da forma, el que le dio vida al toro de Osborne, ya que por aquellos años en el 56 la familia Osborne contacta con la agencia Azor, donde trabajaba Manolo Prieto». Y luego llegó la revolución: «Al principio eran unos carteles rectangulares con letras del oeste en el que decía Veterano, Osborne y nada más. Pero es verdad que llega un punto en el que queremos ir más allá, mi familia siempre ha ido un paso por delante y buscaban un icono, un símbolo que representara el brandy Veterano. A mi familia siempre le ha gustado mucho el campo y veían en el toro un animal que pudiera representar esa autenticidad, valor, fuerza...».

Y 62 años después de aquellos 400 toros que hubo y de que estuvieron a punto de desaparecer porque, como explica Emilio Gil, Medalla de Honor de las Bellas Artes, «llega un momento en el que hay un intento de prohibir la publicidad de las carreteras a cierta distancia de la calzada o de las poblaciones. Pero sin embargo hay una reacción no prevista, en favor de salvemos al toro. Creo que el toro de Osborne se salvó gracias a su potencia, gracias a su propuesta sin control en el sentido de que desborda cualquier planteamiento previo. Y lo desborda porque tiene una serie de características y de connotaciones también que lo hacen acercarse también al sentimiento más popular, al no iniciado». Pero detrás del icono también estaba un pensamiento negativo que nos explica Emilio Gil: «Manolo Prieto se lamentaba, como ocurre en otros casos en el mundo de la comunicación y del diseño gráfico, de que el toro había anulado el resto de su producción. Hay otro caso muy similar que es el de Milton Glaser, lo llama «esa maldita cosa» . A Manolo Prieto le ocurrió algo parecido, porque realmente tiene un trabajo excepcional como diseñador cuando mira sus carteles a veces en trabajos que desarrolló menos como es la creación de símbolos, luego marcas por ejemplo. La publicidad en prensa... Uno se da cuenta que le recorrido de Manolo Prieto es muy amplio, no es el toro; no es solamente el toro. El toro para Manolo Prieto es «esa maldita cosa», supongo.