Opinión
Por qué se vota a Vox
En el superficial análisis que los españoles hemos hecho del fenómeno Trump todo se ha fiado al empobrecimiento de las clases medias americanas. Mucho más desapercibido ha pasado el fenómeno de la reacción cultural al pensamiento obligatorio difundido desde Washington por los centros de poder. Concretamente, la ideología de género, el relativismo social, el ataque a la religión y la batalla contra los valores (derecho a la vida, familia, bioética). Poco se ha escrito entre nosotros del inmenso disgusto de amplias franjas de la población de Estados Unidos cuando Obama obligó a las escuelas a abrir los cuartos de baño a muchachos y muchachas del otro sexo que adujesen cambio de identidad. Hubo padres escandalizados de que sus hijas tuviesen que compartir intimidad con chicos confusos o en cambio. El descontento fue cogiendo fuerza en las redes sociales y eclosionó en la nueva presidencia.
Algo parecido está pasando en España con el partido Vox. La intención de voto crece, no tanto por sus propias propuestas, sino por la política escandalosa de los otros. Ayer leímos por ejemplo que Pedro Sánchez cifraba la solución del enfrentamiento en Cataluña en una «mayor autodeterminación». El votante medio sabe que no es así, que las autonomías tienen más poderes que los Laender alemanes. Se siente impotente ante la falta de sinceridad. Lo mismo ocurre con los autobuses fletados por Susana Díaz contra el cambio, tan necesario, en Andalucía ¿quién puede ocultarse que es una forma impresentable de aferrarse a un poder que le ha sido arrebatado por el pueblo?
Los españoles no son ya mayoritariamente practicantes, pero se duelen del desprecio al cristianismo, que sigue formando parte de su identidad. Y perciben el propósito de enajenar la capacidad educadora de los padres y sustituirla por el poder del estado. Tampoco son homófobos pero, así como fomentan el respeto a homosexuales o lesbianas, consideran una injerencia difícil de admitir que se pretenda adoctrinar niños en la teoría de que la identidad sexual se elige.
Es curioso, pero no parece que muchos de los postulados de Vox sean mayoría en las encuestas. No creo que los antiabortistas sean abrumadoramente superiores en número (por desgracia). Tampoco creo que lo sean los antieuropeístas. Lo que ocurre es que ni una cosa ni otra importan demasiado ahora.
Por el contrario, la gente está empezando a encontrar alivio en poder expresar cosas prohibidas hasta ahora. A saber, denominarse español y hablar de España, o sentirse orgulloso de la bandera o las Fuerzas Armadas. Oponerse a los abusos de ciertas autonomías. Reclamar una educación o una sanidad comunes. Cuestionar el desorden migratorio. No quiero creer que de repente los españoles sean racistas. Es sólo que, por una vez, oyen lo contrario al discurso dominante.
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