Opinión
Un proyecto ganador para el centro derecha
Europa se enfrenta a enormes retos en los próximos años. La longevidad, la revolución tecnológica y la sostenibilidad del proyecto europeo son elementos clave que debemos afrontar recuperando los principios y valores que defienden la mejor política social, el empleo y el crecimiento.
El fracaso de la socialdemocracia a la hora de fortalecer España y el proyecto europeo viene de la negativa de los gobiernos de enfrentarse a las grandes tendencias globales con un proyecto que ponga el crecimiento como pilar fundamental de progreso. Una socialdemocracia que se empeña a toda costa en sostener los desequilibrios y modelos obsoletos del pasado y percibir el futuro como una amenaza en vez de una oportunidad. Ese fracaso absoluto ha llevado a la Unión Europea a perder enormes oportunidades a la hora de liderar la revolución tecnológica y avanzar creciendo, atrayendo inversión y creando empleo más que sus economías comparables. Este enorme fracaso es el de un modelo que se centra en poner el tejado antes que los cimientos, que pone como objetivo primordial y casi absoluto el gasto y la redistribución y piensa que la creación de riqueza y empleo caen del cielo o son anécdotas irrelevantes. Una Unión Europea en la que los países se comparan unos con otros en ver quién gasta o recauda más, no quién crece o crea más empleo, que constantemente habla de «la media de la Unión Europea» como si hacer las cosas mal por mayoría fuera un objetivo a alcanzar. Y con los objetivos y diagnósticos equivocados, se han alentado unos populismos que se presentan con soluciones mágicas y que la socialdemocracia cree que se combaten blanqueándolos.
El centro-derecha español no puede caer en esos errores. Es la receta de su desaparición. No solo por una cuestión de supervivencia, sino de lógica. Copiar lo que no ha funcionado nunca no mejora el bienestar de los ciudadanos. La socialdemocracia europea y española no ha sido un factor de progreso ni de derechos, sino regresivo y de paro.
No se lidera la revolución tecnológica penalizando fiscalmente a los sectores innovadores para subvencionar a los obsoletos. No se garantiza el estado de bienestar ni el éxito del proyecto europeo ignorando la eficiencia, apostando por aumentar los desequilibrios y poniendo trabas a los creadores de empleo e inversores que se arriesgan y apuestan por nuestro país. España tiene talento, capacidad y excelentes ideas para competir y liderar en innovación y tecnología, convertirse en un centro internacional de atracción de inversiones tecnológicas. Para ello no solo debemos tener una fiscalidad que lo apoye e incentive, sino que dicha fiscalidad no puede penalizar el ahorro, el fruto del éxito y abocar a nuestros emprendedores e innovadores a irse a otros países. El centro-derecha debe apostar sin la más mínima duda porque Europa alcance los puestos líderes en inversión tecnológica, no desde la subvención y las políticas de demanda que solo han creado burbujas y enormes agujeros de deuda posteriormente, sino desde la fiscalidad y agilizar la administración. El centro-derecha no puede caer en la trampa de penalizar la tecnología y la innovación. Debe ser su mayor defensor.
No se sostiene el estado de bienestar poniendo escollos fiscales a familias y empresas que hacen que nuestra pirámide demográfica colapse y nuestras empresas y autónomos tengan mayores dificultades para crecer y ser más fuertes. Una sociedad que piensa en el estado de bienestar no se dedica a rascar con más impuestos de lo que queda del expolio para luego fracasar. Piensa en una fiscalidad orientada al crecimiento que facilite tener mayores y mejores empresas, no usarlas como cajero automático. Nos tenemos que preocupar del estado de bienestar y no confundirlo con el bienestar del estado. La administración está para servir, ser eficiente y facilitar el crecimiento y el empleo, no como un fin en sí mismo.
El centro-derecha no puede caer en la demagogia del odio a las grandes empresas. España tiene muy pocas, muy pequeñas a nivel global y un tejido empresarial extremadamente débil. ¿A quién pensamos que facturan las pymes? ¿al aire? Necesitamos un tejido potente de grandes empresas en el que el estado defienda el crecimiento empresarial de las pequeñas y medianas y apoye a los autónomos. Es la única manera de crecer más, acabar con el paro y crear empleos de calidad. El fracaso absoluto de la socialdemocracia atacando a empresas y ahorradores, hundiendo el crecimiento potencial y convirtiendo al país en un erial de subsidios decrecientes no puede ser un modelo en nada. Debe ser rechazado en su totalidad.
El reto demográfico no se puede ignorar como si fuera un factor irrelevante. Cuando las sociedades penalizan el crecimiento vegetativo y se entregan a ignorar los retos, el resultado siempre es el mismo. Estancamiento y deuda. El centro-derecha debe tener en cuenta las políticas de familia y de conciliación y defender una fiscalidad que no expolie a aquellos que suponen el futuro de nuestro país.
Se debe impulsar una revolución fiscal para atraer más talento, innovación, inversión y empleo, y con ello, crecer más y recaudar mejor.Impuestos mucho más bajos para ensanchar las bases imponibles, que aumente la inversión de auténtico valor añadido y para dinamizar el crecimiento y el emprendimiento. Debemos cambiar el chip de la fiscalidad, que está orientado al mayor poder recaudatorio, aunque ponga en peligro el crecimiento potencial y con ello el estado de bienestar y los ingresos del futuro.
El centro-derecha español debe ser el que defienda una administración ágil, eficiente, facilitadora, unas instituciones fuertes y una vertebración del estado que saque lo mejor de cada autonomía, evitando incentivos perversos que lleven a penalizar a los que lo hacen bien y subvencionar a los que incumplen.
El centro-derecha debe ser el garante de un estado unitario pero no uniforme, donde las particularidades de cada autonomía se conviertan en un valor para sumar y crecer más, no un elemento de presión y freno. Debe ser el garante de un estado de bienestar sostenible, de calidad y financiado gracias a un crecimiento sólido, que busca más productividad, más tecnología y más empleo. El centro-derecha debe saber que la Unión Europea solo podrá sobrevivir si fortalece su potencial de atracción de inversión, si genera más empleo y más oportunidades.
La socialdemocracia ha llevado a Europa a un callejón sin salida desde la percepción de que todos tenemos margen excepto la burocracia, penalizando el cambio de patrón de crecimiento para subvencionar sectores en decadencia, y poniendo el estado de bienestar en peligro ignorando la competitividad, la meritocracia, la atracción de capital y el empleo.
La longevidad, la tecnología y la competencia global no son dramas cuando nuestros valores y principios son los de siempre. La mejor política social es no pensar en lo que se gasta, sino en lo que se crea. Hacer una España donde no se pongan trabas al talento y el empleo desde falsas promesas de protección.
Necesitamos una revolución fiscal que ponga en valor el esfuerzo y trabajo de familias, asalariados, empresarios y emprendedores. Para que sepan que cuando lleven a cabo su proyecto, el fruto de su esfuerzo y de su ahorro no va a ser confiscado, y que una sociedad solidaria se construye desde el respeto absoluto a la propiedad privada, el imperio de la ley y al esfuerzo de los creadores de riqueza, con un sector público de auténtico servicio.
En España no podemos conformarnos con estar entre los que más gastan y felicitarnos por no hacerlo tan mal como otros países. Tenemos que ser líderes y podemos ser. El centro-derecha español no puede tener como objetivo solventar los destrozos de otros y hacer lo que se pueda. Debe recuperar sus valores y principios porque son los únicos que garantizan mayor riqueza, trabajo y bienestar en todo el mundo. Los que lideran el cambio, en vez de entorpecerlo. El verdadero progreso.
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