Opinión
¿Operación «Valkiria» en Podemos?
A Pablo Iglesias ya no se le venera en el renqueante seno de Podemos como el vigoroso «macho alfa» al que se seguía sin hacer preguntas como al flautista de Hamelin. Mas al contrario, las llamadas a Galapagar sugiriendo tímidamente un arreglo con el «traidor» Errejón han dado paso a la sensación de que es Iglesias el único inconveniente para la consecución de dicho arreglo. La próximas semanas barruntan lo más parecido a una «operación Valkiria» –entiéndase en términos políticos– con la mirada puesta en la supervivencia previa claudicación ante el «errejonismo» subido a lomos de Carmena, a cambio de rebajar los egocéntricos humos del líder.
Hoy miércoles, de manera precipitada por las urgencias de la crisis interna y viendo cómo va más rápida la inundación que el achique de aguas, Podemos reúne a su máximo órgano de dirección nacional para decidir sobre una tesitura que ofrece no más de dos salidas. Bien la presentación, con todas las consecuencias de una candidatura propia en los comicios a la autonomía madrileña y medir fuerzas frente a la plataforma Carmena-Errejón sublimando la testosterona del jefe de tribu venido a menos, o bien envainarse las ínfulas ombliguistas de un líder al que parece merecer cada día menos confianza incluso su guardia pretoriana. Las palabras de este lunes de Irene Montero vienen a corresponderse con la doble realidad que suponen, de un lado las nada halagüeñas expectativas de caminar solos –en la asamblea de Madrid solo se accede al escaño previa obtención de un 5 por ciento de los votos, porcentaje que ni siquiera se da por garantizado– y de otro, una cada día más creciente ola de contestación interna que no pide otra cosa más que salvar el mobiliario a la sombra de la lista emergente y tapándose la nariz. Ya saben, cuando se prueban el cargo público y el escaño en toda su magnificencia de ventajas suelen convertirse en adictivos.
Iglesias no es tan distinto a Errejón, ni en cuanto a lo pernicioso de parte de la ideología que defienden, ni en lo relativo a sus orígenes previos al salto a la primera línea política. Sin embargo, el primero supera a cualquier par en lo relativo a un irremediable egocentrismo que en momentos clave de la corta historia de Podemos ha sido letal para las expectativas de esta organización de izquierdas. Nacieron al albur del «15-M» y de una brutal crisis económica, pero no han sabido –y esta era primera responsabilidad de Iglesias– adaptar la salida paulatina de esa crisis a conceptos más acordes con el constitucionalismo abriendo el gran angular de la opción morada. Después llegó el punto de inflexión del chalet de Galapagar en lo más parecido a un burlesco desafío a los valores que les dieron razón de ser y hoy el asalto a los cielos se ha tornado en una más que presumible claudicación en Madrid. Pero que nadie se engañe, Errejón no es Willy Brand, pero Carmena sí es Maquiavelo.
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