Opinión

¿Por qué apoyan Rusia y China a Maduro?

Rusia y China mantienen una posición contraria a la de Estados Unidos y la Unión Europea a propósito de la grave crisis institucional venezolana. Pero con matices. La respuesta de Moscú es más ideológica y contundente que la de Pekín. Rusia ha denunciado que el reconocimiento de Juan Guaidó como “presidente encargado” de Venezuela representa una flagrante violación del Derecho Internacional. China, sin embargo, ha sido más comedida y ha centrado sus mensajes en la oposición a inmiscuirse en los asuntos internos de Caracas, advirtiendo contra cualquier injerencia externa. Las palabras cuentan. Y mucho. En cualquier caso, además de los móviles estrictamente políticos y geoestratégicos, también subyacen razones económicas y comerciales muy poderosas, motivaciones que comprometen miles de millones de dólares en inversiones y préstamos.

RUSIA

Los intereses económicos del Kremlin en Venezuela han ido creciendo a medida que se afianzaba su enfrentamiento político con la Casa Blanca. Al principio, los acuerdos eran sobre todo militares, con grandes pedidos de carros de combate, fusiles y aviones. Rusia negoció entonces préstamos para financiar esas compras de armamento. Luego llegaron los contactos con el sector energético, concretamente con la compañía estatal Petróleos de Venezuela S. A. (PDVSA), que controla el mercado nacionalizado desde 1976.

El empeño del Kremlin se fortaleció a finales de 2013 —ya fallecido Hugo Chávez y con Nicolás maduro al timón— cuando Igor Sechin, presidente de la empresa petrolera estatal rusa Rosneft y estrecho colaborador del presidente Vladimir Putin, anunció sus planes para adquirir las acciones de Lukoil —otra firma rusa— en Junin-8, un lucrativo yacimiento situado en la Faja petrolífera del Orinoco. Durante los cinco años siguientes, Rusia invirtió 13.000 millones de dólares en gas y petróleo venezolanos. En total, actualmente, tiene colocados 17.000 millones de dólares en préstamos e inversiones, y en diciembre pasado ambos gobiernos firmaron un acuerdo para que los rusos inviertan 6.000 millones en el sector del petróleo y del oro.

A principios de 2016, Rosneft desveló un nuevo paquete inversor de 500 millones de dólares en la empresa Petromonagas, una subsidiaria de PDVSA que produce y mejora crudo extrapesado, y se convirtió en socio de PDVSA en el negocio de la perforación de gas en alta mar. Ese mismo año, a Rosneft le ofrecieron adquirir el 49,9% de Citgo, la compañía venezolana refinadora de petróleo y comercializadora de gasolina, lubricantes y productos petroquímicos en EEUU, como aval de un préstamo de 1.500 millones de dólares. Pero la presión de Washington llevó a los rusos a cambiar de intereses y prefirieron obtener participaciones en campos petrolíferos y un acuerdo de suministro de combustible. Eso le valió al equipo de Sechin evitar las complicaciones derivadas de las sanciones internacionales puesto que Rosneft es una de empresas rusas castigadas por EEUU desde julio de 2014 a consecuencia de la crisis ucraniana y la anexión de Crimea.

En noviembre de 2017 Caracas y Moscú firmaron un protocolo intergubernamental para reestructurar la deuda de Venezuela a Rusia que asciende a 3.150 millones de dólares. El acuerdo estipula un plazo de amortización de 10 años.

CHINA

El dragón chino —a punto de celebrar el Año Nuevo— también posee una importantísima línea de inversión y préstamos en Venezuela, lo que le hace temer que tenga que renegociarla si se produjera un cambio de titular en el Palacio de Miraflores.

Desde 2006 a 2016, Pekín prestó a Caracas 62.000 millones de dólares. Eso representa el 53% de todo el dinero con el que los bancos chinos han financiado proyectos en Latinoamérica, de acuerdo a las estadísticas que maneja el Instituto Brookings. En 2017 Venezuela todavía debía a China 23.000 millones de dólares, según el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), una organización que representa a algunos de los bancos más grandes del mundo. La mayoría de ese monto se refiere a deuda externa, lo que convierte a China en el mayor acreedor del país caribeño.

Los gráficos de Diálogo Interamericano señalan que, de los 17 préstamos chinos a Venezuela concedidos entre 2007 y 2016, 12 se concretaron en el sector energético, lo que subraya el foco del esfuerzo financiero realizado por entidades como el China Exim Bank o el China Development Bank.

La China National Petroleum Corporation (CNPC) también consiguió un pedazo de la tarta. En 2010, firmó un contrato de 25 años de explotación del yacimiento Junin-4 por valor de 900 millones de dólares y creó una empresa mixta con PDVSA llamada Petrourica, donde tiene el 40% del capital. La CNPC, además, tiene acciones en la joint venture Sinovensa, donde ha ido comprando más participaciones a cambio de rendición de deuda.

China busca materias primas y petróleo baratos. Su enfoque pragmático habría hecho posible que una delegación de la oposición venezolana viajara a China para ofrecer garantías jurídicas, según declaró Geoff Ramsey, subdirector para Venezuela de Washington Office on Latin America (WOLA), una entidad que promueve los derechos humanos en el continente americano.

Hasta hace un par de años, China era la única suministradora de efectivo para que el Gobierno de Maduro pudiera pagar su deuda. Pero desde 2017 Venezuela ya no paga sus bonos soberanos y, según fuentes de Caracas Capital Markets, una empresa local de inversiones que opera en Caracas y Miami, el Estado bolivariano se encuentra ahora en mora con 16 bonos y cupones impagados que suman 1.810 millones de dólares.

Ante este panorama, China ya se ha mostrado reacia a aumentar su exposición e incluso la empresa de petróleos china Sinopec llevó a los tribunales a PDVSA en 2017 por incumplimiento de contrato.

La recesión de Venezuela es tan grave que ha supuesto en 2018, según la Cepal, una contracción del PIB del 15%, una cifra equiparable a la de países en guerra. La hiperinflación alcanzó en diciembre pasado el ¡1.700.000%! Esos factores y otros han provocado desabastecimientos crónicos y una crisis humanitaria con cientos de miles de desplazados e inmigrantes. ¿Por qué entonces interesa tanto Venezuela a Rusia y China si sus datos macroeconómicos son dantescos? Por sus formidables reservas de crudo, las mayores del planeta. La OPEP las sitúa en los 302.810 millones de barriles, por encima de las de Arabia Saudí, y casi el 18% de las totales mundiales. Pese a este enorme potencial, PDVSA sólo es capaz de producir 1,17 millones de barriles al día. En su mejor momento, producía 3,4 millones de barriles diarios casi tanto como ahora Irán. Eso significa, en otras palabras que se está hundiendo la producción, lo que ha desatado el aumento del nerviosismo e incluso la ira entre los acreedores.