Opinión
¡Eureka, Sánchez visitará España!
Definitivamente a los españoles nos ha salido en Pedro Sánchez todo un presidente «tragamillas» con suelo de mal asiento. Pero mantengamos la esperanza y no descartemos que el jefe del gobierno encuentre hueco en su agenda para sumar a España entre el elenco de visitas oficiales por lo largo y ancho del globo o, lo que es lo mismo, que caiga en la cuenta de que existen las «Sorias» además de las «Sirias», junto a una política doméstica que requiere de su respuesta presencial en instituciones de primer orden empezando por el Parlamento. Si tras su llegada a la Moncloa hace 247 días vía moción de censura se ha apuntado a toda convocatoria internacional que se ponía por delante, tal vez eludiendo la lógica distinción previa entre lo gratuito y los imprescindible, confiemos en que pase también alguna temporada enfrascándose en las «minucias» nuestro país.
Tan solo han transcurrido seis escasos días desde su regreso de la gira por Santo Domingo y México, inmediatamente posterior a la visita a las níveas montañas de Davos a la que precedieron otros muchos saltos de Falcon, y resulta que hoy vuelve a echar mano del avión oficial cuando ya ilusionados albergábamos alguna esperanza de que, como Saulo caería del caballo reparando en que viajar puede a veces confundirse con huir de la realidad. Por poner cada cosa en su sitio no seré yo quien minimice la importancia que tiene el papel del presidente en la política exterior de un país, pero da toda la impresión de que alguien en su entorno podría estar cometiendo el error de colegir que la mejor manera de no torear los grandes miuras de la política nacional es envolverse entre las banderas del mundo y ponerse ese traje de estadista internacional que tanto gusta, claro está, a presidentes que llevaban en el poder ocho años y no ocho meses.
Para forjarse una reputación fuera de España hay que hacer antes unos cuantos deberes en clave de política interna. Sánchez, sin embargo, parece más obsesionado en exprimir al máximo la agenda exterior que en dar salida a los grandes problemas del país, con el desafío secesionista catalán sobre la mesa, con una economía que puede estar comenzando a renquear –véase último dato del paro– sin presupuestos a la vista y con 84 insuficientes escaños para gobernar. Sánchez no puede dar la espalda al Senado hasta rayar en el desprecio a la institución, sencillamente porque prefiera alargar su agenda en Davos y así eludir el debate sobre si hay o no pactos con el independentismo catalán tal como le demandaba la oposición, ni obviar que aún se esperan en esta cámara sus explicaciones a propósito de las dudas sobre su tesis doctoral. Ergo, descontados los viajes solo imprescindibles a realizar por todo presidente interino tras moción de censura y compromiso de pasar por las urnas, tal vez Sánchez encuentre tiempo para afrontar una interesante visita oficial a los problemas de España.
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