Opinión

Taxi: huelga fallida

Lo malo de hacer una huelga contra el público es revelar tu irrelevancia. Esto es lo que les ha ocurrido a los taxis de Madrid cuando trataron de tomar como rehenes a los ciudadanos para cargarse a sus competidores del sector VTC. Su objetivo fue paralizar la ciudad y sembrar el caos circulatorio a fin de que a los políticos regionales les entrara el canguelo y dijeran amén a todas sus pretensiones. Ya había pasado en Cataluña y, solo con la amenaza, estaba pasando en el País Vasco y la Comunidad Valenciana. Debe ser que a los nacionalistas, periféricos e independentistas, les da una diarrea cada vez que se les mueve alguno de los soportes de su sociedad retrógrada y remisa a la innovación.

Pero en Madrid no ha sido ni será así. Los taxistas ni paralizaron nada, ni embrollaron las calles, más allá de sus escarceos iniciales, porque enseguida los madrileños reajustaron sus comportamientos, haciendo de la necesidad virtud y mostrando su capacidad adaptativa, para que la vida social, el trabajo y el ocio no decayeran ni por un momento. Y así resulta que en la Feria Internacional de Turismo, pese a estar rodeado su recinto por los vehículos en paro, hubo más asistencia que nunca. Resulta también que el Metro iba petado, que los autobuses urbanos aumentaron su clientela y que los Uber y Cabify extendieron su negocio hacia nuevos usuarios. Además, la circulación rodada no sólo no fue anárquica, sino que mejoró ostensiblemente al no contar con los quince mil taxis que todos los días la enredan y obstaculizan. Hasta se aclaró la contaminación, aunque en esto también tuvo que ver el borrascoso clima de las últimas semanas.

En resumen, está claro que, en Madrid, se vive mejor sin taxis y la ciudad tiene un respiro que viene muy bien. Por eso, durante estos quince días de huelga los taxistas han mostrado ser perfectamente prescindibles, han revelado su irrelevancia, han dejado de ser un grupo de presión supuestamente poderoso y han perdido buena parte de las simpatías y apoyos que tenían entre el público. Supongo que los políticos regionales y municipales habrán tomado nota, aunque siempre quedará algún rancio –en la izquierda, seguramente– que seguirá pensando en hacer de ellos los artífices de la revolución. Y si han tomado nota, se habrán dado cuenta de que un sector tan atrasado como el del taxi necesita un revolcón que le introduzca en el siglo XXI, con sus novedosas tecnologías y su atención a las diferenciadas necesidades de los usuarios. Liberalización y competencia se imponen; y con ellas, la limpieza, la amabilidad y la razón del pasajero.