Opinión
Nadal for president
Pocas cosas unen tanto en nuestro país como la valoración de los héroes del deporte. Y, sin duda, el que más consenso suscita es el mayor deportista español de todos los tiempos, Rafa Nadal. No es la primera vez que a su nombre siguen toda suerte de propuestas, pero en esta ocasión y con los españoles volcados en su inminente matrimonio, las hay de lo más curiosas. Van desde que el Rey nombre Duque de Manacor al tenista, a que sea presidente del Gobierno, pasando porque su efigie figure en las monedas de euro.
Lo que está claro es que quien más y quien menos adora a Nadal y se siente partícipe de sus triunfos. Sin embargo, teniendo en cuenta que este deportista ha hecho sus deberes y que a su carrera de éxito ha sumado la gestión de su merecido patrimonio, a través de distintos negocios, no sería de extrañar que si un día aceptara un reto político hubiera quien se empeñara en señalarlo.
El «es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos», que recogen los Evangelios, se ha transformado en la España del siglo XXI casi en el lema con el que apuntar a quienes tienen dinero como sospechosos. Y Rafa, además de ser una marca en sí mismo, posee una academia de tenis en Manacor –y pronto otra en México–, varios hoteles en el Caribe, y pisos de lujo y restaurantes en Madrid. ¿Creen que, llegado el caso, Nadal arriesgaría su unánime consideración para someterse ala envidia «typical spanish»que convierte tener dinero en el peor de los pecados?
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