Opinión
Contenta
Pues sí, experimento una íntima satisfacción de verlos en el banquillo. Me gusta. Naturalmente que lo siento por ellos, pero eso también me pasó con Mario Conde o con Rato o Zaplana, que además está muy enfermo. No ha de ser fácil afrontar la cárcel. Pero es que estos señores –unos y otros– son delincuentes, «presuntos». Les importa muy poco una parte amplia de la sociedad. Los unos, porque piensan más en su beneficio económico; los otros, porque en nombre de sus ideas aplastan las ajenas. Hay que pensar en la violencia a la que han sometido a los que no les habían hecho nada. Dolores Agenjo era directora de un instituto barcelonés cuando se planteó el primer referendo ilegal y sufrió el abuso de poder de la consejera de Educación catalana, que quiso obligarla a abrir el centro y saltarse la ley.
La angustia de Dolores, su miedo ante las amenazas más o menos veladas, el insulto y el proceso de señalamiento público se debieron a su fidelidad a la ley. La fiscal jefe de Barcelona, Ana Magaldi, a la salida del juicio del 9N, fue gravemente insultada. La llamaron «mierda» y «fascista» y le exigieron marcharse de Cataluña. ¿Qué decir de las jóvenes que padecieron una paliza por pedir un partido de la selección española en territorio catalán? ¿O de los mossos que son zaheridos por no compartir ideas nacionalistas? ¿Hablamos de los padres señalados y vejados por reivindicar el castellano en la escuela? La lista de damnificados del llamado procés abarca decenas de miles de personas. Cientos de miles.
En Cataluña, o te callas ante el independentismo o te llevas miradas de odio, gestos obscenos, empujones. Se te niegan subvenciones, becas, ascensos. Hay que sentir alivio al ver en el banquillo a los que han hostigado a sus conciudadanos. A los cabecillas de un proceso de segregación fundamentado en la convicción de la propia superioridad.
Los acusados han amargado la existencia de muchísimas personas y han estado a pique de provocar un baño de sangre. Son seguidores de una ideología exclusivista y utilizan el poder para imponerla. Y consideran injusto ser minoría, cuando nadie tiene la culpa. No aceptan las reglas de la democracia y son un peligro.
Naturalmente que me alegro de vivir en un país donde acorralar a una funcionaria en la consellería de Economía, o insultar a un policía nacional hospedado en un hotel catalán, o poner en peligro la convivencia con un referendo falso e ilegal, acaba por llevarte a los tribunales. Lo siento por Junqueras, por Forn, por los Jordis, no me gustaría estar en su pellejo. Pero mucho más siento lo que les han hecho a los demás.
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