Opinión

Moderación

Después de tanta crispación, arrebato y griterío, los que manejan las campañas de los distintos partidos aconsejan un poco de moderación. Populares y socialistas buscan el centro perdido, donde pretenden comprimir desde un lado y otro a los de Ciudadanos, reduciendo su dominio estratégico. El medio rural, el medio urbano de las clases medias, la tranquila medianía... Ahí está el cofre del tesoro con los votos para llenar las urnas. Ya lo dijo el gran Boscán en su respuesta a Diego de Mendoza: «El estado mejor de los Estados / es alcanzar la buena medianía, / con la cual se remedian los cuidados». O sea, procurando no «andar tras los extremos».

El gran empeño del «sanchismo» es convencer a su clientela de que representa la moderación, el puro equilibrio, la equidistancia entre las tres derechas montaraces, retratadas en la plaza de Colón, y los separatistas catalanes, con los que ha pretendido dialogar con buena fe, en busca de una salida política al conflicto, sin concesiones indebidas, y que le han tumbado los presupuestos y le han puesto con un pie en la calle. Esa es la prueba de su inocencia. Y no reniega de volver a intentarlo. En realidad, desahuciado como político fiable por el liberal Albert Rivera y por los socialistas históricos , a Pedro Sánchez no le queda otra salida para seguir en la Moncloa que manejar la composición de las listas, conformar un grupo de leales en las Cortes y restablecer los pactos con los separatistas catalanes y con los extremistas de Podemos. Eso, además de su errática trayectoria, condiciona seriamente su pretendida imagen de moderación.

Después de su fogosa irrupción para acabar con la sangría en su partido y con los desvaríos de Sánchez, el popular Pablo Casado, que aspira con bastante fundamento a alcanzar ya la Moncloa, también parece dispuesto a moderar su lenguaje y sus propuestas. Haría bien. Para los estrategas de la izquierda es la pieza a abatir. Prueba de ello es el acoso a que está siendo sometido por la jauría mediática del «sanchismo», experta en caricaturas bien pagadas. Todos se han puesto de acuerdo como si obedecieran una consigna del «gurú» de la Moncloa. Casado es un político joven, limpio, muy preparado, gran dialéctico, con una sonrisa franca y con ganas de comerse el mundo. Tiene en la cabeza un proyecto para España y no parece un extremista. Esa es la impresión que he sacado observándolo de cerca. No le resultará difícil vestirse de estadista tapando la boca a los falsos críticos y dejando de dar cuartos al pregonero.