Opinión
Finanzas de la campaña
Vox, el último en llegar a las lides electorales, está buscando un millón de euros para financiar su campaña. Pide dinero a los votantes modestos y a los ricos –estos, al parecer, entre los españoles residentes en Estados Unidos– con métodos que no son muy ortodoxos según la ley electoral. Seguramente el Tribunal de Cuentas le acabará dando un pellizco de monja, que es lo que suele pasar con estas cosas, pues en todas partes cuecen habas. Pero lo que me parece sorprendente es la cantidad a la que aspira ese partido porque con ese dinero no llega más que para unos ocho diputados y los sondeos le auguran hasta cuatro veces más.
Me explico. Conforme a los resultados de las elecciones de 2016 un diputado cuesta algo más de 126.000 euros como media, aunque los de Bildu duplicaron sobradamente esa cifra y los de En Marea no pasaron de los 26.000. Los datos del Tribunal de Cuentas dejan claro que en esto hay mucha diversidad. En general, los partidos nacionales que hacen campaña en toda España están en la media, aunque los de Ciudadanos, con 205.000 euros por diputado, la sobrepasan con generosidad. Lo contrario ocurre con las coaliciones entre esos partidos y las siglas regionales no nacionalistas, donde el coste medio está en 79.300 euros. Y quienes más gastan son los partidos nacionalistas vascos y catalanes, a los que cada diputado acaba costándoles casi 200.000 euros en promedio.
Otra manera de verlo es en el eje ideológico. Los diputados menos costosos son los de la extrema izquierda –o sea, los de Podemos y sus confluencias–, pues sólo requirieron 89.000 euros cada uno, y los más onerosos resultaron los nacionalistas, como he apuntado. Entre medias, están los del centro-derecha y los de la izquierda socialista. Los primeros, con 117.000 euros por diputado, hacen campañas bastante más eficientes que los segundos, que tuvieron que gastarse más de 156.000 euros por cada escaño.
El lector puede pensar que allá los partidos con lo que hagan con su dinero, gasten mucho o poco en la campaña electoral. Pero lo malo de esto es que todos disparan con pólvora del rey, pues si entran en el Congreso, casi todos los gastos electorales los pagamos los ciudadanos con nuestros impuestos. Por eso, no estaría de más que se rebajara su coste. Por ejemplo, si se suprimiera el envío de papeletas a nuestra casa –pues ya están en el colegio electoral– rebajaríamos la factura en un 43 por ciento. La competencia electoral sería así más igualitaria en cuanto a las oportunidades de cada partido. Pero esto es como pedir peras al olmo.
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