Opinión
El entierro
Resulta difícil explicar a los amigos extranjeros que aquí estamos discutiendo dónde enterrar a Francisco Franco.
-¿Pero no estaba en una tumba?
-Sí, sí, fuera de la capital
-¿Y lo llevan más lejos?
-No, más cerca, al Pardo. El problema no es que esté muerto... sino que para Pedro Sánchez está vivo.
Esta semana lo explicaba perfectamente Antonio Banderas a Susana Griso: «Tengo la impresión de que Franco está más vivo que en 1985». Coincido. El dictador estaba muerto, en el cuerpo y en el recuerdo, y ahora lo han resucitado. De nuevo sale en los periódicos, es objeto de discusión, hay jóvenes que vuelven a interesarse por su figura.
Todo porque Pedro Sánchez quiere ganar las elecciones. Sabe que enfrentarnos en dos bandos –y capitanear uno de ellos– funciona eficazmente en España. Lo ha comprobado. «Seguidme antifranquistas, yo triunfaré sobre Franco».
No sé quién es más patético. Si este presidente o los que pican el anzuelo. El franquismo ya no define nada, es pasado. Y quienes vivieron esa época en España (Salvador Dalí, Vicente Alexaindre, Rosales, Dámaso Alonso, etc) no pueden ser juzgados con categorías actuales. Nüremberg no cabe tras una guerra civil donde nos matamos unos a otros con saña. Y 40 años después.
¿Cómo es posible que alguien, hoy, se defina «franquista» o «antifranquista»? ¿Cómo podemos, en pleno siglo XXI, confundir la política con la Historia? ¿Perder el tiempo tirándonos un cadáver unos a otros? Por favor, Francisco Franco está muerto. Aunque Pedro Sánchez luche por desenterrarlo.
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