Opinión

De sitio en sitio

Creo que Pablo Casado tiene y le sobra cuajo para poner orden en el Partido Popular, y que éste, después de la epidemia sorayista, recupere los valores y los principios que fueron abandonando por las esquinas de la indefinición sus predecesores. Rajoy ha vuelto al Registro de la Propiedad, Soraya se ha incorporado a un bufete de abogados de Barcelona con despacho en Madrid, Montoro – según me informan-, no sufre de estrecheces económicas, Méndez de Vigo ha abandonado la política y lo mismo el vistoso ex alcalde de Santander Íñigo de la Serna. Celebrar la derrota del sorayismo no significa que Casado tenga que abrazarse al aznarismo, que es período obsoleto. Casado tiene que ser Casado, y tratar de reunir en su entorno a compañeros leales y compometidos con su proyecto. En las grandes ciudades, en las capitales y localidades de mediana influencia electoral, y en los pueblos. Perder un voto, en cualquier circunscripción, puede llevar a la derrota. Y Casado no está moralmente autorizado para emitir quejas. Los medios de comunicación liberales y conservadores -¿queda alguno que no esté contaminado por la avaricia?-, se han unido para aterrorizar a los votantes de Vox y apoyar con entusiasmo al PP de Casado y Ciudadanos de Inés Arrimadas, que es la que vale. «Votar a Vox es regalarle votos a Sánchez», y la campaña ha hecho efecto.

Pero algo falla en este PP. Creo que ha sido un acierto la elección de los primeros de las listas de Vizcaya, Guipúzcoa y un poco menos, Álava. Creo que ha sido un acierto desnudar de sorayismo a las candidaturas principales. Y me refiero a las Generales que están por venir, y que nadie cree que su resultado coincida con las encuestas que se publican. Pero en la política local, en los pequeños municipios, no detienen su atención e interés. Recuerdo aquella película de «El Presidente y Miss Wade», en la que una frase explica con claridad la importancia que se le concede a un solo voto en los Estados Unidos. El incumplimiento de una promesa quiebra la relación amorosa del Presidente con Miss Wade. -¿He perdido tu amor? – Has perdido algo mucho más importante que mi amor. Has perdido mi voto-.

Me muevo mucho por Cantabria. Visito pueblos, aldeas y barrios. Conozco a muchos alcaldes, del PP, del PSOE y de la cosa de Revilla, que no es definible. En Cantabria, mandan los sorayistas. Comillas es de Revilla, pero a su manera, porque la alcaldesa tiene personalidad propia. Comillas linda por la costa con Ruiloba, que es lugar de vaivenes electorales. Y Ruiloba con Alfoz de Lloredo, un municipio extenso y rico que aporta a Cóbreces, Oreña, La Busta, y cuya capital municipal se concentra en Novales, la localidad de los limones, los primeros que fueron exportados al Reino Unido y los que llenaron las bodegas de la Transatlántica del marqués de Comillas para que los embarcados a América y Filipinas aliviaran el riesgo del escorbuto. Hoy, los limones de Novales son también protagonistas de una fiesta tradicional en beneficio de los necesitados. El alcalde de Alfoz de Lloredo apoyó a Casado contra Soraya y a Ignacio Diego contra Buruaga, la sorayista mayor del Reino y presidenta del PP en Cantabria. Es joven y lleva tres legislaturas obteniendo la mayoría absoluta. Pero Casado no mira hacia arriba, una comunidad que el PP perdió precisamente por no valorar el poder de sus pequeños municipios. A pesar de las tres mayorías absolutas, la señora Buruaga, ha decidido no renovar al alcalde porque tres mayorías absolutas no garantizan nada. Lo que no garantiza nada bueno es dejar en manos de una sorayista furibunda el futuro de Cantabria, y muy especialmente de la Cantabria de barrios y aldeas, que nada tiene que ver con Santander, Torrelavega, Noja, Potes, San Vicente de la Barquera o Laredo. En Castro Urdiales, se ha aprobado recientemente la creación de una «Herriko Taberna» batasuna.

Perder un voto, hoy por hoy, es una tragedia. Y lo escribo desde mi pequeño mundo de La Montaña, que me lo conozco, lo amo, lo disfruto y lo lamento.