Opinión
Vox dadá
Mi admirado Mikel Arteta, doctor en Filosofía Moral y Política, ensayista nitroglicerina y sobrino de uno de los héroes de la democracia, el catedrático jubilado Aurelio Arteta, tiene escrito un listado con varios de los momentos estelares del partido Vox. Parafraseo y comento. Militares en listas que firman en favor de un general gallego cuyo nombre prefiero enterrar. Amiguitos de los chalaos que fletan unos autobuses donde comparar a las fanáticas del feminismo posmo, todo lo analfabetas que quieran, con un genocida. Muchachotes que aspiran a expulsar a los naturalizados díscolos. Xenófobos en nafatalina a los que podrías tomar por un impresentable de ERC, HB, PNV o En Comú. Ultraliberales de los que ponen velitas multicolores a la mano invisible. Nacionalistas pata negra, asomados al alba con casco Cortés cuando resulta que estamos hasta la montera de lacrimógenos partidarios del hecho diferencial, blanditos orantes de la unidad de destino en lo universal y babosísimos legitimistas del imperio o la aldea, que te dejan la chaqueta perdida de odiseas, campanas e himnos. Antieuropeos, claro. Pues de Europa solo esperamos algo los malditos afrancesados y tú, Valls, por qué no te piras a Martinica. Creyentes empeñados en recuperar viejos afanes proselitistas y legislar el más acá. Coleccionistas de bulos y enemigos de cuanto huela a mediación y mass media. Ahora, de remate, llega la muy truculenta ocurrencia Clint Eastwood. Que cada español lleve pipa al cinto y alégrame el día, rey. Porque como predican todas las femimoñas, y a despecho de los índices de violencia y blablabá, España vive peligrosamente cual calleja en San Salvador o favela carioca. Un país asolado por bandas, clanes, manadas, marabuntas, cardúmenes y tribus de secuestradores, ladrones, violadores y asesinos, necesitaba a una vicepresidente a la altura, que desconoce la Constitución, y unas luchadoras por la igualdad empeñadas en reventarla mediante agitprop y difusión de trolas. Menos mal que tenemos a Vox para explicarnos que nos matan, mami, nos matan, y que la gente, hombre ya, necesita calzar una Smith & Wesson. Y yo me pregunto, ¿toda esta peña y sus fabulosas teorías circulaban ya entre nosotros y vivíamos alegres y en la maldita inopia? ¿Habremos exagerado con la antipsiquiatría y/o las políticas de puertas abiertas? ¿El afán por evitar la medicalización a todo trapo contribuyó al auge de la política dadaísta? ¿En qué momento se nos fue la pinza?
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