Opinión

Francisco y la yihad

Está el Papa en Marruecos y conviene preguntarse por qué. Los católicos son minoría allí y a Francisco le gusta apoyar a las minorías, pero, además, la visita al Rey Mohamed VI reviste peso político.

En la tremenda batalla contra el yihadismo no pueden ahorrarse recursos militares –la victoria sobre el llamado «califato» en Siria e Irak es elocuente–, cooperación internacional, trabajo policial ni medidas para una emigración lo más segura y ordenada posible. Pero hay un arma letal que pocos perciben.

El Islam tiene que aislar el virus del radicalismo por sí mismo. A los musulmanes les falta su Ilustración, su Siglo de las Luces que separe Estado y Religión. El Papa es de los pocos dirigentes que se dan cuenta de este desafío y por eso alienta el diálogo con el ala moderada del Islam. Se están dando pasos grandes. En los atentados de Nueva Zelanda llamó la atención el abrazo público de los obispos a los imanes afectados por los crímenes en las mezquitas. Pero, previamente, Egipto impulsó una campaña de defensa de los cristianos coptos inimaginable hace años, permitiendo incluso nuevas construcciones para el culto. La raíz de ambos gestos es la visita del Papa a Al Azhar, el más prestigioso centro suní del mundo, y el documento firmado el pasado febrero en Abu Dabi entre Francisco y el gran imán Ahmad Al Tayeb. Ambos responsables condenaron en ese texto el terrorismo y llamaron al trabajo por la paz. No hay camino más eficaz para estrangular el yihadismo terrorista. Eso exactamente hace el Papa en Marruecos.