Opinión
Descendientes sin culpa
Nos estamos volviendo locos. Del todo. No solo sale a la palestra el presidente mexicano –apellidado López, por cierto– para reclamarnos la conquista de hace quinientos años, sino que el presidente de la comunidad islámica Mezquita Ishbilia va y le envía una carta a la Casa Real reclamando la reparación a la comunidad musulmana por su expulsión de España hace seis siglos. Verán. La historia está llena de contenciosos. Y la configuración actual de las fronteras del planeta –que no necesariamente permanecerá así para toda la eternidad– es producto de los diferentes movimientos del hombre. Y sí, es verdad que, casi siempre –por no decir siempre– cuando unos hombres han avanzado otros han tenido que retroceder y que esto casi nunca –por no decir nunca– se ha conseguido sin sangre.
Pero todos y cada uno de los pueblos que han querido expandirse por ambición, convicción, religión, etnia, política o economía, tienen, con total seguridad, algo de lo que arrepentirse. Es posible que los enfrentamientos entre los hombres hayan servido para promover avances de comunidades, e incluso para conseguir justicia, igualdad y otros derechos para los hombres y mujeres que las conformaban; pero hasta llegar al acuerdo, entre unos y otros, buenos y malos, o buenos y buenos, o malos y malos, ha habido infinitas peleas de las que se ha derivado mucho sufrimiento e incontables muertes. No se trata de olvidar la historia, pero sí de que los descendientes de los descendientes no se la anden echando en cara a cada rato.
Ni siquiera los herederos de los herederos de Hitler o de Stalin (por poner dos malos indiscutibles) tienen la culpa de lo que hicieron sus antepasados.
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