Opinión
La moderación
Pedro Sánchez le han aconsejado que ofrezca en esta campaña electoral una imagen de moderación frente el ruido de los otros. Sobre todo, claro, como contraste con el supuesto desenfreno de «las tres derechas», empujadas por los montaraces de Vox. Ese es el plan para ganar las elecciones. Agitar hasta la náusea el espantajo de la extrema derecha. Y, hasta donde sea posible, ayudar a que el partido de Abascal tenga la mayor visibilidad posible. Por eso han prescindido, contra el más elemental respeto institucional, del principal debate electoral en TVE. No les importa a los encargados de la oficina de propaganda e imagen romper con esta decisión la imagen institucional que pretenden ofrecer. O sea, romper el espejo. Tampoco parece importarles que el comportamiento, hasta ahora, del candidato socialista, que está en la memoria de todos, sea el de un agitador político sin escrúpulos dentro y fuera de su propio partido, capaz de vender su alma, y no sé si España, al diablo con tal de ocupar el poder. Nadie duda, a pesar del barniz con que quieren ocultar su mediocridad, contradicciones y compromisos, que, si tiene necesidad, establecerá pactos con los separatistas catalanes y vascos y con Podemos, todos ellos mucho menos amigos de la Constitución del 78 que Vox, mucho más radicales y mucho más peligrosos para el progreso y la convivencia democrática en España. En los ambientes diplomáticos de Madrid se comenta que tanto el francés Macron como la alemana Merkel apuestan por un Gobierno, si Sánchez gana las elecciones, formado por PSOE-Cs. Es también la fórmula que más se baraja en los informes confidenciales de los grandes centros de negocios, donde, sin embargo, preferirían con mucho un Gobierno de centro-derecha. Unos y otros son partidarios de la mayor moderación posible, haciendo caso al sabio consejo del chino Lao Tse: «La moderación es la mejor virtud para gobernar a los hombres y servir al cielo». Falla, sin embargo, en estas voluntaristas previsiones, un elemento clave de la operación: Ciudadanos. Sus dirigentes juran y perjuran que en ningún caso, pase lo que pase, van a apoyar a Pedro Sánchez, un político que no es de fiar. Todo su empeño está en mandarlo a casa. Parece un propósito firme. Con las elecciones europeas, autonómicas y locales a la vuelta de la esquina, ceder a las presiones para evitar males mayores podría acabar con este partido moderado, que tanto prometía. En fin, una duda metódica: asegura Francis Bacon que «ninguna moderación satisface al vulgo». En España la moderación en las campañas suele conducir a un batacazo seguro.
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