Opinión
Debatimos, luego maduramos
Si el porcentaje de indecisos continúa siendo indicativamente elevado pasado ya el ecuador de campaña, si las bolsas de posible voto oculto son incluso mayores que en otras ocasiones y si para colmo el llamado «recuerdo de voto» no es un pleno elemento a ponderar en las encuestas ante la irrupción de nuevas formaciones con opciones reales, parece obvio que en esta ocasión el carácter decisivo de los debates que hoy y mañana acogerán RTVE y Atresmedia resulta especialmente real. Su celebración viene más allá de salvar la cara de un proceso electoral que habría quedado seriamente tocado de no haberse llevado a cabo las citas en las cadenas pública y privada. En España hemos llegado tarde a casi todo y eso incluye una normalidad que casi debiera ser automatismo a la hora de celebrar debates electorales. Somos ya una democracia madura y consolidada, no tenemos en este sentido nada que envidiar a los regímenes de libertades con mayor pedigrí y sin embargo, el mero planteamiento por parte de cualquier grupo de comunicación de brindar su potencia y capacidad de llegada al ciudadano, en este caso para que los distintos candidatos puedan debatir sus propuestas suele transformarse desde los comités electorales de los partidos en todo un cúmulo de inconvenientes. La estrategia de campaña viene primando sobre lo que debiera ser el derecho de los electores a ver confrontados programas y proyectos de país. Esta campaña sin embargo puede haber marcado un punto de inflexión en favor de la normalización de los debates mirando al futuro y ello tiene mucho que ver con la actitud decidida desde un primer momento en pos de la información y la higiene democrática por parte de grupos audiovisuales como Atresmedia, cuyo debate a cuatro mañana martes tras el previsto para hoy en RTVE podría confirmar esa condición de decisivo, a menos de cuatro días para el cierre de campaña y dadas las circunstancias.
Parece innegable por lo tanto que hemos avanzado en el tránsito hacia una normalización de los debates en campaña que debió llegar para quedarse en su arranque allá por aquel 24 de mayo del 93 con el cara a cara González-Aznar también en Antena-3 al que siguió un segundo asalto en Tele 5 una semana después y en los que los asesores –algo ya parecía atisbarse respecto a lo que se avecinaba– tuvieron más desencuentros y sintieron más incomodidades ante lo que no dejaba de ser su obligación que los propios candidatos. Tal vez por ello tuvimos que esperar quince años para volver a ver debatir a «ZP»» con Rajoy, a este con Rubalcaba y Sánchez, a Solbes con Pizarro y a los cuatro principales partidos también en Atresmedia hace poco más de tres años. Será un salto en el aire y sin red para los cuatro cabezas de lista, cualquier error puede resultar si no fatal al menos muy caro, no valdrán ni las frases redondas ni los recursos fáciles esgrimidos ante las entregadas parroquias mitineras, no habrá tampoco posibilidad de ataque o acción sin la correspondiente reacción. Bueno para la democracia, también para la confrontación de ideas en buena lid y sobre todo para los ciudadanos llamados a las urnas. Debatimos, luego maduramos.
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