Opinión
El Estado, de rodillas
El Estado puede con todo. Traga con la insurrección de 2.000.000 millones al margen de la realidad y la ley. Asume que una parte del mismo, sus representantes, se rebelen para derogar violentamente la Constitución. Sobrevive a los regalos a los golpistas, del relator a las reuniones en las cárceles, de la soterrada promesa del indulto a la humillación del abogado del Estado, del informe perdido de la Alta Inspección al bochornoso mantra de la obediencia debida para evitar juzgar a los Mossos que dedicaron el 1-O a sus binomios, corazón, por mucho que el juez vea indicios de delito. Acepta que el gobierno calumnie a la oposición («PP y Cs están a las órdenes de la ultraderecha, que quiere devolvernos al franquismo», Carmen Calvo dixit) y denuncie las posturas retrógradas de VOX al tiempo que acepta sin náuseas los votos y enjuagues de supremacistas, xenófobos, antisistemas, carlistas de todo pelaje, antiliberales y hasta nostálgicos del estalinismo.
El Estado puede con la banalización de un debate decisivo, referido a los derechos y las libertades y a la igualdad ante la ley, para camelarse al electorado con las argucias del doberman y los masajes de la amígdala, que reacciona a la contra, colecciona agravios, necesita enemigos para carburar y odia atender a razones. Aguanta la campaña de difamación internacional, las universidades de Gran Bretaña compradas a golpe de cheque para mimar a los conspiradores, 561.233 euros, según Crónica Global a partir de una investigación del presidente del Foro de Profesores, Alfonso Valero. Soporta la pasividad de quienes, desde el gobierno y pagados con nuestros impuestos, tendrían que rebatir a diario los tambores del agitprop y la propaganda de guerra. El Estado, en fin, acabará por implosionar. Porque la izquierda mainstream, la desnortada izquierda española, ha preferido recuperar el marco guerracivilista a comportarse con la madurez de 1978. Mantiene la dicotomía izquierda/derecha cuando ahora mismo jugamos en la pantalla política/antipolítica.
Es para llorar que el PP y Ciudadanos hayan permitido el contacto con Vox, cambiado Andalucía por Moncloa y liberado el centro político para que lo ocupe el narcisista de Sánchez, al que regalan las elecciones siendo un Trump en rebajas pasado por el Lazarillo. La elegancia intelectual de Cayetana Álvarez de Toledo, la bravura de Inés Arrimadas y el talento de Manuel Valls endulzan pero no compensan semejante debacle.
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