Opinión
Recuerdos del genocidio armendio: "Quemaron vivo a mi abuelo y otros familiares"
Claveles, lirios y amapolas apilados en el memorial de Tzitzernakaberd guardan el recuerdo de más de un millón de armenios que fueron masacrados por el Imperio Otomano en 1915. En estos días, toda Armenia se ha vestido de violeta, el color característico de las flores pensamiento, y símbolo del Genocidio, para celebrar el 104 aniversario del exterminio turco a los armenios.
El solemne monumento representa, mediante bloques de hormigón inclinados que forman una cúpula, las doce provincias turcas de las que fueron expulsados por la fuerza los armenios en la Primera Guerra Mundial. La cúpula protege en su interior a la Llama Eterna que no solo sirve para recordar las más de un millón de muertes sino para no olvidar que éste es el primer genocidio reconocido internacionalmente del siglo XX.
Mantener la memoria del Genocidio no ha sido fácil para los armenios. No fue posible hasta 1965, después de que más de un millón de personas salieran a las calles de Ereván en el cincuenta aniversario del Genocidio, cuando las autoridades soviéticas permitieron a los armenios construir el memorial, que se inauguró dos años después.
Mamas Fabrikatoryan nos abrió las puertas de casa y de su corazón. La historia de los Fabrikatoryan es tan increíble que parece sacada de una novela. El padre de Mamas (Artin) fue el único superviviente de una de las familias armenias más ricas de Turquía que poseía fábricas textiles. Los empresarios armenios construyeron cinco lujosas villas que pertenecían a su abuelo y sus cuatro tíos en la región Kharbert, uno de los mayores asentamientos armenios en la Turquía otomana. Mamas cuenta que los soldados turcos se llevaron a los cinco hermanos y ejecutaron a cuatro de ellos. Los militares otomanos dejaron vivo a uno de sus tíos para que les indicara donde tenían guardado el oro y otras riquezas y lo ejecutaron después.
En el camino al exilio, la abuela de Mamas fue decapitada con una espada mientras llevaba en sus brazos a su padre. Según su testimonio, Artin se quedó durante horas agarrado al cuerpo de su madre descabezada en el suelo hasta que se dio cuenta de que estaba muerta. Milagrosamente, el niño llegó hasta una localidad donde lo metieron en un orfanato. Años después, en la búsqueda del único heredero de los Fabrikatoryan, una tía que había venido de de Armenia lo localizó y se lo llevó con ella de regreso.
La familia Fabrikatoryan lo había perdido todo. A los 16 años, el padre de Mamas se fue a Sudan a buscarse la vida y regresó a Ereván en1948 donde se casó y formó una familia de tres hijos. Mamas conserva fotos familiares de las cinco viviendas de su abuelo y sus hermanos y documentos legales que logró recuperar, gracias a otra familia armenia que vivía cerca de ellos y a la que su abuelo ayudó económicamente.
Mamas se
puso en contacto con unos abogados para intentar reclamar su herencia pero ya
no existen ni las residencias ni las fabricas de la familia.
“No sólo buscaron exterminarnos, Turquía ha intentado borrar toda huella de los armenios que vivían allí”, lamenta.
Ahora en la calle donde se levantó el imperio textil de los Fabrikatoryan se ha construido un supermercado que se llama “Los cinco hermanos” en referencia a los cinco palacetes de los Fabrikatoryan, explica Mamas.
Para los descendientes de los supervivientes de las deportaciones forzosas de Turquía no ha sido fácil poder honrar su memoria y menos hablar en público del genocidio. En tiempos de la Unión Soviética, Stalin prohibió los nacionalismos y hablar del genocidio era una expresión de identidad nacional. “A mi generación nos llamaron la generación del silencio porque se nos prohibió hablar de nuestros familiares que murieron en la marcha forzada de Turquía”, explica a LA RAZÓN, Alisa Safaryan, de 87 años.
Sin
embargo, esta armenia, hija de superviviente, no ha dejado nunca de hablarle a
sus hijos y nietos de sus antepasados en Turquía. El 24 de abril de 1915, los soldados turco otomanos llamaron a los
hombres de Arshevts (en la provincia turca de Van) a una reunión y cuando
estaban congregados dentro prendieron con antorchas el edificio y todos los que
se encontraban dentro murieron asfixiados o quemados.
El abuelo de Alisa y otros familiares estaban entre las víctimas del incendio. “Mi padre me contó que oyeron las voces de los soldados otomanos que gritaban venganza contra los armenios”, indica.
A su abuela y cinco hijos les obligaron a marcharse, a vagar durante casi dos meses sin agua ni comida hasta que salieron de Turquía. “En la travesía murieron los hermanos de mi padre. Sólo sobrevivieron él, mi abuela”, recuerda Alisa. Su marido, que pasó a la otra vida hace par de años, también es hijo de superviviente. El padre de su esposo y una hermana fueron los únicos supervivientes de la familia Safarayan. Al quedarse huérfanos y ser niño y niña los separaron y nunca más volvieron a encontrarse. El suegro de Alisa siempre vivió con ellos.
En la
vivienda conserva un escritorio de madera, desde donde su suegro escribió al
mismo Stalin para que no disolviera a la división armenia, -que luchó con los
soviéticos contra Alemania en la Segunda Guerra Mundial-.
“Safaryan (el suegro) fue un héroe de
guerra” exclama Alisa mientras señala al
enorme tapiz colgado en la pared con la imagen de su suegro vestido de militar,
luciendo las condecoraciones.
“Así fue
como mi suegro pudo vengarse de los turcos”,
sentencia, en referencia a la derrota de los alemanes en la Segunda
Guerra Mundial, ya que Turquía y Alemania fueron aliados.
Alisa visitó hace diez años Van, de donde viene su familia. “Por lo que me había contado mi padre conseguí llegar a Arshevts, pero no quedaba nada de como era antes”, lamenta.
Cuando
Alisa estaba paseando por la tierra de sus antepasados, unos turcos le
preguntaron que si era armenia. “ No busques aquí, Arshevts está aquí debajo,
hundido bajo el agua”, recuerda.
Alisa tiene dos hijos y una nieta de tres años, a las que su madre le contará las historias de sus bisabuelos. “Es muy triste que todavía Turquía no quiera hacerse responsable de la muerte de un millón de armenios. No sabemos donde están nuestros antepasados, si fueron enterrados o echados a un agujero en el camino. Estamos hablando de humanidad”, declara emocionada Alisa. El genocidio armenio sigue siendo un tema sensible entre Turquía y la Unión Europea. Hasta la fecha solo 29 países de todo el mundo han reconocido este genocidio como el primero del siglo XX y estados como Francia han dado un paso más y el presidente Emmanuel Macron declaró el 24 de abril, día nacional para conmemorar del Genocidio Armenio.
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