Opinión
La derecha que viene
Con las elecciones del domingo acabarán de sacarse las consecuencias de lo ocurrido en nuestro país desde la crisis y la sublevación de los nacionalistas catalanes. Será el primer paso, esta vez definitivo, para una recomposición de la derecha. Habrán quedado atrás las actitudes y los hábitos vigentes desde la Transición y, sobre todo, desde la refundación del centro derecha, en torno a 1990, hace ahora treinta años. Tiempo suficiente para hacer necesario un cambio.
El primer eje en torno al que se construirá la derecha que viene es la desconfianza hacia los nacionalistas y, más en particular, hacia los partidos nacionales que perpetúen la disposición favorable a pactar con los nacionalistas con tal de alcanzar el poder. No se trata de que no pueda haber formas de diálogo. Lo que ocurre es que ya no rige la idea de que existe un nacionalismo moderado, dispuesto a colaborar en el progreso de España. Los nacionalistas buscan la construcción de naciones propias que entrañan el final de nuestro país. Y en la derecha será imposible seguir con fórmulas que perpetúen la ficción en la que se ha mantenido a la opinión hasta ahora.
Otra línea clave para la construcción de esa derecha que viene es la desconfianza hacia las elites que han sustentado las actitudes y los argumentos con los que se ha minado sistemáticamente la lealtad –y la expresión de la lealtad– de los españoles a su país. La sublevación nacionalista no ha acabado sólo con cualquier credibilidad del nacionalismo. También ha acabado con el crédito de esas elites, de una cobardía sin límites, que han bloqueado una y otra vez –en la cultura oficial, en la universidad, en los medios de comunicación– el sustento mismo de nuestra convivencia, que es la virtud cívica del patriotismo.
La tercera línea será la identificación con España. Pero no con la España depurada por las ensoñaciones de quienes desconfían de sus compatriotas, sino con la España existente, popular, multiforme, plural, ajena a las escrupulosas selecciones de los que quieren seguir sometiendo lo español a sus preferencias políticas, ideológicas y estéticas –en particular estéticas–. Conectar con esa realidad española, darle voz, reconocer su valor y su dignidad, será clave para consolidar la nueva propuesta política, la única nueva del panorama.
De hacerlo así, la derecha que viene podría tener la llave de la gobernación de nuestro país durante mucho tiempo.
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