Opinión
De ideologías y tácticas
Hace ya algún tiempo los militares aprendimos a distinguir entre estrategia y tácticas. Entre lo que se pretende conseguir al final y el camino para obtenerlo. Entre la meta y los medios para alcanzarla. Contrariamente a lo que dijo el poeta, aquí sí que hay camino y el andar solamente, no sirve. Pretendo con estas líneas aplicar algo de esta vital distinción tanto al llamado terrorismo islamista como a la política en general. Para calificar las actividades de Al Qaeda y el Daesh se suele utilizar la etiqueta de terrorismo islamista confundiendo así las tácticas que ambas organizaciones utilizan –que indudablemente son terroristas, ataques suicidas incluidos– con el fin que pretenden conseguir que no es otro que la extensión de su fe sufista. La radicalización sufista que conocemos como wahabismo –surgida en Arabia Saudí– les impulsa a la yihad o lucha armada contra todos los infieles en la certeza de que al final lograran el dominio mundial. Esa es su ideología; esta y no otra es su meta estratégica, lo que les distingue de otras organizaciones que también han utilizado –y utilizan– tácticas terroristas tratando de acobardar a las opiniones públicas que tanto influyen en los gobiernos, especialmente los democráticos. El wahabismo solo infecta determinados sectores sunitas, por lo tanto es una injusticia y un error denominar «islamista» a secas al terrorismo obviando el hecho de que ningún chií practica esta interpretación religiosa. Aunque estas técnicas terroristas pueden ser también ocasionalmente empleadas por algún grupo iraní o inspirado por ellos, son los islamistas sunitas wahabitas los que sistemáticamente se sirven de ellas. La diferencia táctica básica entre wahabitas –entre Al Qaeda y el Daesh– es que mientras los primeros atacan prioritariamente blancos occidentales –por creerlos decisivos en Oriente Medio– para los segundos, todos –chiíes, cristianos, animistas o de cualquier otra fe– somos enemigos mortales. Quizás a Ud. querido lector le parezca todas estas distinciones algo académicas ya que al fin y al cabo, todos son «malos». Pero permítame señalar que en la neutralización defensiva contra el terrorismo islamista sunita que actualmente estamos acometiendo siempre será fundamental atacar su ideología radical –apoyándonos idealmente en otros grupos musulmanes que no la comparten– y no meramente comprender y defendernos de sus tácticas. Por eso es tan importante diferenciar su estrategia de sus técnicas de ataque, lo que al unificarlos bajo la etiqueta de «terroristas islamistas» se puede perder.
En los tiempos de confusión política que está viviendo Occidente –y muy especialmente con la reciente reaparición del populismo– sucede algo parecido: que la opinión pública no distingue entre fines y medios. El populismo es una técnica –una táctica– que puede servir a cualquier ideología, incluso, lo que es más frecuente, a las que son un mero proyecto personal como en los casos de los Sres. Sanchez, Iglesias o Trump, entre otros muchos ejemplos disponibles. Simplificando, si tuviéramos que definir la esencia de las tácticas populistas podríamos afirmar que consiste en señalar problemas sociales reales sin identificar soluciones para los mismos, al menos factibles. Herir sin curar. Por ejemplo: arremeter contra el aumento de las desigualdades económicas que la globalización ha traído consigo sin ofrecer alternativa alguna. O incrementar los salarios mínimos y pensiones sin decir de donde se va a sacar los fondos especialmente cuando estas dentro de una Unión Europea que no permite endeudarse más. O prometer más autogobierno para Cataluña sin especificar que más se les puede dar sin romper la igualdad constitucional de trato a los españoles. O ir hacia una España federal sin saber de cuantas naciones estamos hablando. Todo esto son simplemente tácticas que nos llevan hacia una meta desconocida o al menos no identificada que suelen ocultar una falta de ideología real y que trata de enmascarase en la tradicional distinción entre izquierdas y derechas para disimular proyectos de poder puramente personales. Como los del Presidente Trump que erigiéndose en apóstol de los sectores blancos del Medio Oeste que no han sabido –o podido– adaptarse a la globalización ha logrado dominar la maquinaria electoral republicana y ser elegido pese a la oposición de la mayoría internacionalista residente en ambas costas americanas. Conductas estas como la del Sr. Sanchez que pese a la oposición del Comité federal anterior a que pactara con los separatistas catalanes, logro retorcer las reglas del PSOE y retomar el poder para hacer precisamente aquello que se le prohibió. Y qué decir del Sr. Iglesias salvo que su proyecto para España –si es que lo tiene– parece un cumulo de demagogias e imprecisiones que oculta a duras penas –como en el caso anterior o como en el de Trump– una desmedida ambición personal. Creo que tanto la ideología tradicional de izquierdas –que exaltaba la igualdad por encima de la libertad– como la de derechas–que pretendía lo inverso– están siendo superadas en Occidente. Solo permanecen como etiquetas antiguas sin sentido real. Que la verdadera diferencia ideológica actual reside en aceptar la globalización o bien buscar desesperadamente –utilizando habitualmente tácticas populistas- una nacionalización obsesionada con desenterrar las raíces ancestrales, resucitando de paso el odio por todo lo ajeno, empezando por lo más cercano. Los militares caminando penosamente a lo largo de la Historia hemos aprendido a distinguir entre estrategia y táctica. Puede que vaya siendo hora que nuestra opinión pública empiece también a diferenciar las metas que se nos ofrecen de los senderos que habrá que recorrer para alcanzarlas. Poeta: si hay camino cuando se sabe a dónde queremos llegar.do real. Que la verdadera diferencia ideológica actual reside en aceptar la globalización o bien buscar desesperadamente –utilizando habitualmente tácticas populistas– una nacionalización dedicada a desenterrar las raíces ancestrales, resucitando de paso el odio por todo lo ajeno, empezando por lo más cercano. Los militares caminando penosamente a lo largo de la Historia hemos tenido que aprender a distinguir entre estrategia y táctica. Puede que vaya siendo hora que nuestra opinión pública empiece también a diferenciar las metas que se nos ofrecen de los senderos que habrá que recorrer para alcanzarlas. Poeta: si hay camino cuando se sabe a dónde queremos llegar.
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