Opinión
Covadonga no bastó
Toda la semana pasada, estuve acudiendo a estudios de radio y televisión en Estados Unidos –más los telefónicos a uno y otro lado del Atlántico– para responder a preguntas sobre estas elecciones. De manera bien significativa, lo que más les importaba eran las posibilidades de Podemos y de VOX de entrar en el Gobierno. En todos y cada uno de los casos, realicé unas predicciones que se parecen extraordinariamente al resultado final. En otras palabras, yo contaba con que VOX podría andar cerca de los 30 escaños, pero lo que pudiera sumar a partir de ahí entraría casi en el terreno de lo paranormal. VOX ha sido la voz de millones de ciudadanos que se han sentido traicionados por un PP –el de Rajoy y Montoro– que les subió los impuestos, que no supo o no quiso parar la marea catalana y que contribuyó decisivamente a la proletarización de la clase media. Se trata de esa gente que cree en una sola nación, que está frita por los impuestos, que no recibe nada del estado, pero está harta de ver cómo otros sí se benefician de la ubre pública aunque acaben de bajarse de la patera, que contempla, en fin, que la España que conocieron se la están cambiando a golpes. Esas personas han votado en un porcentaje más que crecido a VOX, pero no podían ganar. Enfrente tenía a la mayoría de los funcionarios y colocados públicos, de los pensionistas, de todos los que reciben subvenciones hasta por miccionar, de los que aspiran a que Cataluña y Vascongadas sigan viviendo del resto de España si es que no se independizan, de la izquierda más exquisita y más cutre, de los que piensan, fundamentalmente, en el que «hay de lo mío». A estas alturas, esos sectores sociales son mayoría y por mucho que VOX se esforzara poco podía hacer porque además PP y Cs también deseaban pescar en esos caladeros. Mucho Lepanto, muchas las Navas y mucho Covadonga, pero eso no es suficiente para ganar unas elecciones cuando quizá la mayoría de los españoles ha decidido vivir del Santo Padre Estado.
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