Opinión

Seis escaños notables

En estas elecciones el PNV se ha enfrentado a tres retos políticos. Por una parte, la recuperación de la hegemonía que perdió, ya en 2008, a manos del PSOE y, más tarde, frente a Amaiur (2011) y a Podemos (2015 y 2016). Además, tenía que comprobar la aprobación por los ciudadanos de su cimbreante política de pactos con el poder del Estado, de la que ha extraído unas notorias ventajas económicas y algunos avances menos llamativos en materia de autogobierno. Y, finalmente, tenía que contener el progreso que, con respecto a la interlocución con el Gobierno, había experimentado EH Bildu durante el inquilinato de Sánchez en Moncloa. Los resultados obtenidos ayer no dejen lugar a dudas. El PNV ha logrado la hegemonía colocándose como la primera fuerza política del País Vasco, aunque con el matiz de que solo lo hace con solidez en Vizcaya y Guipúzcoa, pero no en Álava, donde su ventaja al PSE es mínima. En cuanto al segundo objetivo, es claro que los vascos han revalidado la política pactista de los «jeltzales» –incluso a pesar del cambio de socio que supuso la censura a Rajoy–, otorgándoles un escaño más –seis frente a los cinco de 2016– para su representación madrileña en el Congreso de los Diputados. Pero con respecto al tercero de los retos, la ganancia del partido aranista es insuficiente, toda vez que EH Bildu –el socio que Sánchez bendijo en la última sesión de la Diputación permanente– ha duplicado sus escaños, llegando en esta ocasión hasta cuatro, gracias en parte al descalabro de Podemos. A partir de ahora, en Madrid ya no va a haber un solo interlocutor vasco y el PNV se va a ver marcado en sus negocios con el poder central por la acción política directa de una «izquierda abertzale» reconvertida ahora al pactismo y reforzada por su asociación parlamentaria con ERC.

En definitiva, los nacionalistas vascos sacan un notable en el examen electoral. No es poco, pero las cosas se les van a complicar en Madrid para dar salida a la agenda vasca.