Opinión
"Quo Vadis" PP
El PP sabe bien de cismas internos, de contubernios y del crujir de la picadora, además de la desagradable sensación del polvo entre los dientes cuando el adversario asestaba una derrota. El partido de Fraga siempre tuvo una oportunidad de resarcimiento previas catarsis internas. Ahí estaba Villalba para arbitrar guerras entre familias y para quitar o poner delfines, desde los no natos como Marcelino Oreja pasando por fallidos como Hernández Mancha o frustrados como Herrero de Miñón. También estuvo Fraga para acertar con Aznar como futuro referente de esa casa común. Había llegado la alternancia tranquila. La izquierda gobernaba a golpe de dispendio manirroto y cuando el abismo asomaba aparecía el centro derecha para salvar la economía. Después volvían los socialistas cuando la «caja» estaba llena. Y es que el PP es un partido construido para el bipartidismo. Pero ahora ese bipartidismo ha saltado por los aires y llega el momento en el que se juzga al actual PP con el esquema político de los tiempos en los que era único referente frente al PSOE y, claro está, las comparaciones se hacen inevitables, porque nunca sabremos cómo Aznar habría gestionado una competencia con otras dos derechas, ni tampoco cómo Casado habría conducido un cómodo bipartidista. Sin exculpar a nadie, porque este Perú lo «jodieron» más de uno y más dos, pasa que la corrupción no quedó amortizada en 2016 con la pérdida de tres millones de votos, sino con una moción de censura que hizo salir a Rajoy de la Moncloa practicando previa patada el «vuelo sin motor», más otros tres millones perdidos este domingo. Pasa que en la hora del paso al frente, el menos contestado de los pesos pesados rehusó el salto a Madrid, con un ataque de vértigo cuyas razones algún día conoceremos. Pasa que ganar unas primarias no es proporcional a desterrar activos contrastados y pasa que el heredero de Rajoy es tan responsable de la herencia recibida como Rajoy lo fue de la entregada por Aznar. Ahora solo queda el camino –los resultados del 26-M serán determinantes– de asumir que Vox no se diluirá en tres días y que Cs llegó para quedarse. Si todo se asume sin nostalgias, tal vez puedan ofrecer una idea ilusionante de valores limpios, actuales e incluyentes evitando la democracia cristiana italiana. Casado quisiera recitar aquello de «el tiempo y yo contra otros dos», pero ¿le responderá ese «compañero de armas»?
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