Opinión

Súper domingo para el PP

El Partido Popular tendrá su añorado súper domingo electoral. Pablo Casado afrontó la cita con las urnas del «28-A» tal vez más consciente de lo que se jugaba el país que de lo que se jugaba su partido, probablemente porque ni en el más pesimista de los cálculos podía contemplarse un resultado como el obtenido. La previsión era más cercana –dando por casi imposible la suma de las derechas– a una travesía del desierto desde la oposición, con el propio Casado jefe de la misma y con un numero de escaños con suficiente confortabilidad como para evitar, controlados los puestos orgánicos clave cualquier contestación interna. La realidad, sin embargo, obliga a los populares a un salto en el aire tal vez definitivo el domingo 26 de mayo, un súper domingo que podrá testar las auténticas posibilidades, no tanto de Casado al frente de la formación fundada por Fraga como de la propia supervivencia del PP como referente y opción de gobierno en el futuro panorama político español. Nunca como ahora se había sentido tan pegado a la nuca el aliento de la formación naranja. Ese es el gran rubícon que aguarda a los populares dentro de veinte días, más allá de la aparición por el otro costado del VOX de Abascal, cuyos 24 escaños en el momento de mayor empuje y expectativas, no hacen presagiar precisamente una continuidad de recorrido a la ola de «extrema derecha». La caza, los toros, los excesos de las políticas inclusivas y Cataluña han demostrado un recorrido manifiestamente limitado.

El PP de Casado se enfrenta al estigma de formación vieja y achacosa de la mano, eso sí, de un nobel lazarillo y sabe por encima de todo que un sorpasso en votos por parte de Ciudadanos sería tan fatal como no conservar el poder en feudos antes tradicionales y ahora claves como Madrid, Murcia o Castilla y León. La batalla territorial no solo va a ventilar un mapa de España para los proximos cuatro años más o menos rojo o azul, sino la capacidad real de los dos principales referentes de la derecha por controlar esa España de «barones» indispensable para el asalto al poder nacional.

Este fin de semana en un área recreativa del municipio coruñes de O Pino se daba el pistoletazo de salida a esa carrera hacia el súper domingo con una reivindicación del centro político mucho más creíble en boca de Núñez Feijóo, sobre todo por lo reciente fallida apuesta de Casado hacia valores de corte más aznarista, pero el llamamiento al regreso a la casa común de los votos fugados va a necesitar de argumentos de mayor peso. Y es que Rivera por primera vez en años cree saber ya a dónde va; ni siquiera los grandes poderes económicos pueden persuadirle de un acuerdo con Sánchez tal vez bueno para el país pero malo para su partido, aunque también el líder naranja se enfrenta a su secular contradicción que no es otra más que la ausencia de referentes territoriales –hasta Arrimadas ha dejado de serlo para trasladarse a Madrid–. Esta puede ser a pesar de una hemorragia que incluye a los vasos sanguíneos del tejido territorial, la gran baza del PP. Reconquista o muerte.