Opinión
Ayuso, el “punch ball”
El dinero público no es de nadie. Esta es una de las perlas de Carmen Calvo, la política que fue «cocinera antes que fraila». Un verbo enardecido en el barroco cordobés por el que debe correr sangre de Góngora. Todas sus frases han sido recogidas como si ya hubiera legado unas obras completas. Pues ni los gazapos alejandrinos de esta mujer que llegó a vicepresidenta del Gobierno de España suscitan tanto triquitraque, pólvora mojada, como lo que asevera Isabel Díaz Ayuso, candidata del PP a regir la Comunidad de Madrid. Ayuso se ha convertido en el «punch ball», no ya de sus rivales de izquierda sino de la Prensa toda, que anhela con el bisturí del ridículo que no se encuentren las vísceras de su discurso. La mejor manera de noquear a la aspirante es no dejarla respirar hasta que caiga en la lona.
Las Carmenadas pasaron a la historia. Si lo asegura una abuelita haciendo magdalenas todo vale. Qué entrañable. Votemos a la alcaldesa para que nos traiga repostería a domicilio. En el fondo, lo que mueve al esperpento es que no quiera discutirse de asuntos que la cultura establecida detesta. El aborto, los okupas, la errática política medioambiental, otra manera de concebir el feminismo, el trabajo basura, al cabo, epígrafes prohibidos al que el común vomita por temor a ser castigado de cara a la pared.
Salirse del carril del pensamiento único conlleva estos peajes. Que ya no te inviten a cañas. Si Errejón habla de «justicia» ecológica o de lo bien que vivían los venezolanos la opinión pública bien manejada se cruza de brazos. Pero a Ayuso ya le advierten, como en las películas de delincuentes, que todo lo que diga puede ser utilizado en su contra.
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