Opinión

Una semana sin respirar en Ciudad de México

La Ciudad de México lleva una semana bajo una densa capa de

contaminación, la crisis de polución del aire más dañina que han vivido los

capitalinos. La ola de incendios que quema el país sumada a las habituales

emisiones del tráfico y la industria están detrás de esta situación límite, que

ha obligado a las autoridades a cancelar las clases en todas las escuelas de la

cuarta ciudad más poblada del mundo en la que viven casi 21 millones de

personas.

El pasado sábado un fuerte olor a humo comenzó a percibirse en

toda la ciudad y los picores de ojos y garganta se hicieron más pronunciados

para una población de por sí acostumbrada a la mala calidad ambiental. No fue

hasta el martes, sin embargo, que el gobierno local declaró la “contingencia

atmosférica extraordinaria” por los altísimos niveles de ozono y partículas en

suspensión

La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece como límite de

lo saludable un valor de 25 μg/m3 de media en 24 horas para las partículas

finas (conocidas como Pm 2.5). En Ciudad de México, durante la semana se han

mantenido niveles superiores a 160. En cuanto al ozono, no es recomendable

superar los 100 μg/m3 de media en 8 horas, pero se han registrado valores

cercanos a 170.

A pie de calle la densidad del aire es muy perceptible. Un

ciclista que hace cada día el mismo recorrido entre el denso tráfico reconocía

que la sensación de fatiga es mucho mayor. “Siento un cansancio tremendo en un

recorrido de apenas 10 minutos”, declaró a este diario. Desde los escasos

edificios altos, que suelen contar con una amplia vista panorámica, apenas se

distingue el perfil de la ciudad entre la espesa bruma.

Las mascarillas o cubrebocas, se hicieron mucho más visibles a

pesar de que los expertos señalan que no son efectivas contra estos contaminantes

tan perjudiciales para la salud. Según la OMS 7 millones de personas mueren

cada año en el mundo por la contaminación atmosférica, unas 14.000 en México.

El historial de contingencias ambientales

en la ciudad más poblada de América Latina es extenso desde que comenzaron los

registros en los años ochenta. La más larga, en 1992, duró 20 días y los

niveles llegaron a 398 puntos IMECA, muy superiores a los de hoy.

La particularidad de la contingencia actual es el alto índice de

partículas Pm2.5, “las más peligrosas para la salud y hasta la fecha un

indicador ignorado” según Mario Molina, una de las voces más autorizadas en la

materia, Premio Nobel de Química en 1995. “Penetran en los alveolos pulmonares

y tienen impactos en la salud muy serios, más que el ozono”, según este asesor

habitual del gobierno capitalino en temas medioambientales. “No había pasado

antes que tengamos contingencias por ambos (Pm2.5 y ozono) a la vez”.

Molina tiene muy claro que el origen de esta crisis hay que

buscarlo en el cambio climático. Los numerosos incendios que hace días se

desataron en el entorno de la ciudad y en todo el país fueron propiciados por

temperaturas más altas de lo normal y sequías más pronunciadas. “El cambio

climático exacerba estos fenómenos y los hace más peligrosos”.

Aunque los incendios en Ciudad de México y alrededores quedaron

extinguidos en la mañana del jueves, según confirmó a La Razón el director

general de Calidad del Aire Sergio Zirath Hernández, los focos activos en la

franja de la costa del Pacífico impiden que el aire se limpie.

El jueves aún quedaban activos 68 fuegos de los 114 que se habían desatado al inicio de la semana, según la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR). La alcaldesa de la capital, Claudia Sheinbaum, explicó que los vientos dominantes estaban arrastrando este humo hacia el centro del país; circunstancia a la que se suma la presencia de un anticiclón sobre el área metropolitana que impide la dispersión de contaminantes.

Sheinbaum, del mismo partido que el presidente Andrés Manuel López Obrador y primera mujer al frente de la Ciudad de México, asumió el cargo hace unos meses aupada por su perfil científico, aunque está siendo muy criticada, igual que el resto de autoridades, por la gestión de su primera gran crisis medioambiental.

Muchos le reprochan haber reaccionado tarde, aunque su gobierno

defiende que declararon la contingencia cuando se superaron los 150 puntos

críticos, y aplicar medidas poco contundentes. Las más importantes: restringir

el tráfico a la mitad y suspender las clases de los escolares.

La capital mexicana cuenta desde hace años con un programa llamado

“Hoy no circula”, que conforma la base de su política antipolución. Cada día

del año ciertos vehículos están vetados en función del color de su matrícula y

agentes de tráfico se dedican en exclusiva a controlarlo. Con la activación de

la contingencia se duplicaron las restricciones, aunque varios expertos y

organizaciones ambientalistas señalan que es una medida ineficiente para

mejorar la calidad del aire.

A corto plazo, la única solución efectiva parece ser la más

peregrina: la lluvia y el viento en abundancia, que por el momento se resisten

a llegar. A pesar de que el miércoles y el jueves por la noche hubo lluvia y

tormentas, no ha sido suficiente para revertir la situación y los pronósticos

indican que, al menos durante el fin de semana, las condiciones seguirán siendo

adversas.

Mientras tanto los esfuerzos se están concentrando en evitar los

efectos dañinos en la población. Las escuelas públicas, guarderías, institutos

y las principales universidades de la capital y el contiguo Estado de México

cancelaron las clases jueves y viernes. También se han emitido recomendaciones

a la población como evitar el ejercicio al aire libre, no usar lentes de

contacto, no fumar y posponer eventos deportivos. Incluso el fútbol profesional

se ha visto obligado a trasladar la semifinal del torneo doméstico que iba a

jugarse en el conocido estadio Azteca, a Querétaro, 200 km al norte de la

capital, ya fuera del Valle de México.

Varias organizaciones ecologistas, entre ellas Greenpeace, han

denunciado la tibieza de las medidas y exigido al presidente Obrador que

declare el estado de emergencia para que el ejército y la fuerza aérea se sumen

a las labores de extinción de incendios, algo que el gobierno no contempla al

considerar suficientes los 3.800 bomberos desplegados. Critican además que al

momento de declararse la alerta no existiera un protocolo para crisis de

partículas Pm 2.5

También los partidos políticos de oposición se han sumado a los

señalamientos, y apuntan hacia el recorte en el presupuesto del CONAFOR, que

afectó a la contratación de brigadistas que ayudan a controlar los incendios,

como causa de la magnitud que ha alcanzado la situación.

La crisis medioambiental ha pillado a contrapié tanto al gobierno

federal, que pretende basar su política energética en la construcción de una

nueva refinería de petróleo y ha manifestado su intención de seguir quemando

carbón, como al de la capital, con un perfil más verde.

Al ser cuestionado por La Razón sobre las acciones a medio y largo

plazo que van a implementar, el director general Zirath Hernández habla de

renovar la envejecida y contaminante flota de autobuses públicos y establecer

estándares de emisiones más estrictos (equivalente a Euro 6 en Europa),

adquirir trolebuses eléctricos e impulsar el uso de la bicicleta con más

kilómetros de ciclovía y más estaciones. Medidas que no reflejan un plan

demasiado ambicioso.

Mientras tanto, solo queda mirar al cielo y esperar que llueva.