Opinión

Yo acuso

Dos semanas han pasado desde que una delegación oficial del ayuntamiento de Etxarri Aranatz, formada por dos concejalas de EH Bildu, el partido que gobierna la localidad, visitaran en nombre del consistorio a Luís Marileñarena en la prisión de Teixeiro, donde este miembro de ETA cumple condena por el asesinato de mi hermano Fernando y de su escolta Jorge Díez. Las ediles fueron recibidas por el director del establecimiento y la entrevista duró dos horas, lo que me hace pensar que se trató de una «recompensa» al preso, como señala el reglamento penitenciario, pues la visita no puede justificarse como «urgente e importante», como dice la misma norma. Instituciones Penitenciarias autorizó el encuentro.

Desde mi punto de vista un acontecimiento de esta naturaleza es un hecho político por el que el citado ayuntamiento reconoce a ETA en la figura de Mariñelarena y le rinde homenaje. Desconozco si ello puede ser tenido por un delito de enaltecimiento del terrorismo, pues los jueces de la Audiencia Nacional ya se han encargado de enmarañar doctrinalmente esta figura de tal manera que la han hecho irreconocible. Pero ello no resta nada al significado político de la visita.

Reconocer y homenajear a ETA se ha hecho con la aprobación del Gobierno español. Yo acuso al señor Ángel Luís Ortiz de haber hecho un uso torticero de la ley penitenciaria para contribuir a ese suceso ignominioso que denigra el recuerdo de dos víctimas del terrorismo y agravia al Estado mismo convirtiéndolo en secuaz de los epígonos de ETA.

Yo acuso también al ministro del Interior, superior jerárquico del señor Ortiz, por haber impulsado una revisión de la política penitenciaria que admite su posibilidad y conduce a que una institución municipal realice en una prisión un acto político de reconocimiento y homenaje a ETA. Le acuso asimismo al señor Fernando Grande Marlaska de encubrir esa política con palabras vacuas, como las hipócritas declaraciones que realizó en Bilbao, una semana después de dicho acto, pidiendo perdón por «el silencio y el olvido de las víctimas» de ETA y rechazando «el relato tramposo y falaz del totalitarismo».

Yo acuso, en fin, al señor Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, bajo cuya dirección ha tenido lugar todo este desatino, por entregarse a un frívolo intercambio de favores políticos con EH Bildu, el partido heredero del proyecto independentista y revolucionario de ETA, uno de cuyos resultados ha sido el acontecimiento relatado. Desprecia así la memoria de Fernando Buesa –socialista sin tacha de quien debiera aprender en vez de agraviar– y la de Jorge Díez –próvido ertzaina que perdió la vida en atentado–.Y ofende a quienes tanto les hemos llorado.