Opinión

¡Ni a Dios respetarían!

Corría el año 26 d. de C., cuando en la pequeña localidad de Caná se celebró una boda. El festejo transcurría con normalidad hasta que, de manera inesperada, comenzó a faltar el vino. Preocupada por lo que estaba sucediendo, una de las invitadas, llamada María, se lo comunicó a su hijo Jesús quien le dijo que no era el momento de ocuparse de un tema semejante. La mujer se limitó a señalar a los sirvientes que hicieran lo que él les dijera y entonces tuvo lugar el prodigio. Jesús ordenó que llenaran unas medidas de piedra con agua y que se sirvieran a los comensales. Lo que degustaron éstos fue un vino exquisito.

No deja de ser significativo que la primera señal realizada por Jesús fuera dar un regalo a una pareja de recién casados para que no se estropeara la celebración de su boda. He recordado todo esto porque la Agencia tributaria ha comenzado a pedir a los que se casaron en los últimos cuatro años todos los comprobantes de gastos y regalos relacionados con su enlace. La acción se las trae porque si no declararon como donaciones los obsequios, entre recargos, intereses y multas pueden acabar pagando más del valor de lo que recibieron. Ciertamente y por más que intenten ocultarlo bajo letreros como los de solidaridad o justicia social, la voracidad fiscal de los sucesivos gobiernos ha convertido la sociedad española en un lugar muy miserable para vivir.

En la Galilea del siglo I d. de C., la tiranía de Herodes era innegable y se hacía sentir también el yugo romano, pero a nadie se le habría ocurrido obligar a tributar a unos novios por lo recibido de sus seres queridos. Si Jesús viviera en la España actual, su madre le habría dicho: «Hijo, ni se te ocurra convertir el agua en vino porque a estos pobres los machacan con el impuesto de donaciones». Y, seguramente, Jesús habría respondido: «No te preocupes, madre, ¿cómo voy a hacer una cosa así para que venga la Agencia tributaria y me obligue a abonar el IVA o el ayuntamiento me triture con el pago de licencias?». No habría sido todo. Conociendo los bonus que cobran los agentes por levantar actas, no habría resultado nada sorprendente que embargaran a Dios como responsable civil subsidiario por las acciones de Su Hijo unigénito. ¡¡¡Ni a Dios respetarían!!!