Opinión

La rendición del Congreso

La Khalessi ha muerto pero sus huestes se aposentan en el Congreso, convertido en una fiesta decimonónica donde aún se baila el minué. Saludos de cortesía y apretones de manos que son picaduras de escorpión. Al cabo es su naturaleza. Una puesta en escena que huele a vergüenza, si esa sensación fuera «Eau de toilette». El Estado se rinde a la evidencia de que los que ansían romperlo están ya dentro. Podría decirse que cada día que pasa el Estado es menos Estado y que mutará en otra figura y que ese momento no está lejano. No es el anuncio del Apocalipsis sino la lectura lógica de las imágenes que desde el lunes se suceden en la Cámara Baja.

Somos tan demócratas, tanto, que permitimos el asiento a presuntos delincuentes recibidos como «héroes» en la acepción de Eguiguren, como si fueran señores mayores que viajan en el Metro. Todo antigua política, empolvada, rara, que suena a libro de historia de primaria, bienio progresista, la «Gloriosa», dictadura de Primo de Rivera, hasta Valle Inclán resucitó para no perderse el esperpento. El futuro es un reflejo especular de la caspa pasada. Solo que hoy los Bergamín y los Albertis, los que señalaban quiénes irían «de paseo», se funden en Almodóvar, el hombre que duerme más tranquilo porque no gobierna la derecha. Parecería que durante estos años, ya se sabe, el cineasta estuvo sin rodar, censurado por el PP. Otros españoles que no triunfan en Cannes no pegan ojo sin embargo ante la involución llamada ahora nacionalprogresismo. A Almodóvar le sucederá Amenábar con su reivindicación de Unamuno, contradictorio como el director, pero brillante, y sus cuitas con Millán Astray. Muy de la cuarta revolución industrial. Junqueras y su cuadrilla recibidos con aplausos en el «templo democrático» es solo cola de comedia en el monstruo del drama. España se pega un tiro en el pie y ahora intenta salvarse sobre sus muñones. Todo irá bien en apariencia. El pueblo está tranquilo, tan anestesiado de todo lo que ha visto que ya le trae al pairo un episodio de más o de menos, consume la pedagogía independentista con pasmosa facilidad. Todo lo que no sea «diálogo» es fascismo. Jamás un presidente de Gobierno lo tuvo tan fácil. Gana haga lo que haga, aunque permita estampas malditas. Junqueras buscó la «foto finish» y la consiguió, otra casilla ganada en el tablero. La propaganda dirá que es por nuestro bien. Somos tan buenos que invitamos a almorzar a los que nos quieren robar la merienda. Esa película no la veremos en el cine.