Opinión
El efecto Thunberg y la responsabilidad
Hoy es el
Día Mundial del Medioambiente y a muchos les sigue sonando a ese tema cansino y
machacón del imaginario progre que nunca le va a afectar. Sin embargo, la
evidencia científica es cada vez más sólida. La contaminación del aire, que es
el tema protagonista de esta edición anual, es un problema palpable: según la
ONU, 9 de cada 10 personas respiran aire contaminado y todos los años 7
millones mueren por culpa de ese problema.
El hecho
de que en las últimas elecciones europeas los Verdes Europeos hayan conseguido
más diputados que en toda su historia, llegando a situarse como la cuarta
fuerza política en el Europarlamento, muestra que la preocupación por el
medioambiente es hoy en día un fenómeno popular. Es evidente que el efecto
Thunberg ha tenido algo que ver. Y es que Greta Thumberg, la adolescente sueca
que un día decidió dejar de acudir a la escuela para llamar la atención sobre
la emergencia climática y medioambiental, ha sido el catalizador que muchos
políticos, ciudadanos y medios necesitaban para situar este problema en su
lista de prioridades.
Lo que en
un principio parece admirable no deja de ser a la vez algo preocupante, ¿era
necesario que llegase una niña lógicamente preocupada a remover conciencias?
¿Son los estudios científicos por sí mismos no suficientemente terroríficos
como para movernos? ¿Dónde estaban esos políticos que ahora hablan del tema
hace tan solo unos meses, si la situación es la misma? En los últimos meses,
Greta ha sido recibida con honores en numerosas cumbres, eventos y foros, ha
podido hacer llegar sus ideas a numerosos políticos, ha tenido incluso su
propia visita guiada en el Parlamento Europeo, donde su presidente ejerció de
entregado anfitrión invitándola a una reunión con miembros del parlamento, y
tiene hasta su foto con el Papa, al que también pidió unirse a la huelga.
Incluso podría recibir el Premio Nobel de La Paz este año.
Todos
conocemos hoy a Greta Thunberg y, gracias a ella, muchos han descubierto que la
situación de peligro medioambiental debe ser abordada sin demora por nuestros
políticos, quienes a su vez parecen ahora también dispuestos a ello. Es, por
tanto, un momento de impulso que debemos saber aprovechar. Pero mientras lo
hacemos, no puedo dejar de pensar que la gran parte de personalidades que ha
recibido a Greta no sería capaz de mencionar ni un solo nombre de los
científicos que firman esos estudios a los que la adolescente se refiere.
¿Vivimos en una época en la que influir es más importante que generar datos que reflejen la realidad? ¿Qué pasará si el postulado de Greta, que para qué va a ir a la escuela para ser, por ejemplo, investigadora si nadie hace caso de toda la evidencia científica ya presentada, se torna indiscutible? ¿Seremos capaces de alcanzar la sostenibilidad guiados por impulsos sociales? El planeta necesita organismos y políticos ejemplares que aborden racionalmente el problema medioambiental, pues es global. Confiemos en que Europa esté a la altura y lideremos este reto.
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