Opinión

USA-China (II): No cegarse

Señalé en una entrega anterior que lo que está en juego en las presentes fricciones entre Estados Unidos y China no es una cuestión meramente comercial aunque ésta tenga algún peso. En realidad, nos hallamos ante un enfrentamiento indiscutible por la hegemonía mundial. Dado que la emergencia de China como gran potencia rival ha sido tan rápida y tan sorprendente no faltan las voces que, en tonos despectivos, minimizan el peligro. Uno de los argumentos es que China, a fin de cuentas, se ha limitado a copiar. En otras palabras, es lo que es gracias a plagiar lo que produce Estados Unidos. Hay que ser muy majadero o muy racista para sostener esa posición. Cualquiera que haya recorrido China –es el caso de quien esto escribe– ha podido comprobar sobradamente que sus habitantes tienen un talento sobresaliente y que si sus trenes de alta velocidad, sus aeropuertos o sus estaciones ferroviarias son superiores a las europeas o las americanas no se debe a que sepan copiar. Tampoco han sacado a más de mil millones de personas de la pobreza copiando. Al sur del río Grande, no se copia menos y, sin embargo, los resultados no son ni de lejos parecidos. No menos necio es afirmar que China carece de talento propio. Cualquiera que conozca la Historia de Extremo Oriente sabe que Corea, Vietnam, Laos, Thailandia y el mismo Japón –que copió hasta su escritura – tuvieron como potencia dominante culturalmente China. Lo fue incluso más que Roma en el Occidente antiguo. Finalmente, no faltan los que consideran que China sigue siendo un país tercermundista como podría serlo Uganda. La trayectoria histórica de China tiene cumbres rutilantes y valles profundos, pero en la Historia del género humano no existe un paralelo de otro imperio que haya perdurado bajo distintas dinastías durante tres milenios. La Roma de los césares fue una porción de ese devenir histórico; la hegemonía española, un día de excursión y el imperio de Alejandro apenas una siesta cuando se compara con la Historia de China. Por lo tanto, si el objetivo es evitar que China se convierta en la primera potencia mundial en torno al 2049 la última actitud que se puede tener es la del desprecio, la ignorancia y la soberbia. Por el contrario, hay que empezar por conocer al rival. Lo demás es encaminarse a una derrota más que segura.