Opinión

Europa frente a la ceguera de la desmemoria

Junio comienza con dos fechas señaladas en

la memoria colectiva de los europeos y los españoles. El 6 de junio recordamos

el Día D, el desembarco de Normandía, y celebramos el comienzo de la esperanza,

de la victoria, de la liberación de Europa tras una dramática pesadilla que lo

asoló todo: la II Guerra Mundial y la lacra del nazismo. El 7 de junio, por el

contrario, recordamos el primer asesinato de la organización terrorista ETA, el

comienzo de una pesadilla sembrada de casi novecientos asesinatos y más de

cinco mil heridos.

Un 7 de junio de 1968 ETA daba inicio a su

historia de terror con el asesinato del guardia civil José Antonio Pardines a

manos de Txabi Etxebarrieta. Un 7 de junio de 2019 es necesario recordar que

todo pudo ser diferente, que ETA pudo elegir no matar, que pudimos ahorrarnos

tantos ataúdes y tantas vidas rotas en el camino de imposición de un proyecto

nacionalista identitario a través de la violencia. Pero, sobre todo, un 7 de

junio de 2019 sigue siendo necesario recordar que no son gudaris, que no son

héroes de ninguna patria, que no dieron su vida por ninguna causa, que

simplemente son asesinos, y que la violencia nunca es el camino ni un recurso

político para silenciar la voz del discrepante. El 7 de junio no hay nada que

celebrar, aunque sí mucho que recordar. Mucho que recordar, y mucho trabajo por

hacer. Porque puede que ya no asesinen, pero la misma semilla del odio sigue

extendiéndose por tierras vascas y navarras, acallando la voz del discrepante.

Estamos vivos, pero seguimos sin ser libres puesto que, en el fondo, la derrota

social y política de ETA sigue siendo una asignatura pendiente y una falacia

política de los que no se sienten cómodos recordando qué hacían ellos en

aquellos aciagos años del plomo.

¿Alguien se imagina que se hablara del

Holocausto provocado por el nazismo en términos de conflicto político? ¿Alguien

se imagina que cada año se rindiera homenaje como héroes de la patria a los responsables

de tal salvaje genocidio? ¿Alguien se imagina que el proyecto político nazi

fuera defendido en las instituciones públicas alemanas y europeas?

Pues mientras en Alemania resulta

inaceptable negar el Holocausto judío, en España se habla del conflicto

político vasco o del caso vasco para referirse a más de cincuenta años de lacra

terrorista. Mientras en Alemania está prohibido todo partido político basado en

los postulados nazis, en España personas condenadas por pertenencia a

organización terrorista, incluso personas condenadas por comisión de atentado

terrorista, son elegibles en procesos electorales. Sin haberse arrepentido

antes de su pasado violento. Sin renunciar a la violencia como recurso

político. Sin comprometerse a respetar las reglas del juego democrático.

Ejerciendo una libertad que niega al discrepante, cuya voz nuevamente silencian

al grito de fascista.

En este nuevo curso legislativo, las

instituciones europeas se enfrentan al riesgo de la ceguera frente a la

desmemoria. Porque mientras se permitan homenajes públicos a quienes

silenciaron la voz del discrepante político con dos balas en la nuca, mientras

no se trabaje con seriedad en la deslegitimación de la violencia como recurso

político, todos los días del año podrán volver a ser 7 de junio.

Europa necesita un nuevo desembarco de

valentía y dignidad, adoptando medidas que permitan prohibir partidos políticos

fundamentados en proyectos que no renuncien a la violencia como recurso

político, fundamentados en un pasado de violencia e imposición que niega un

presente de libertad a los discrepantes.